En
las elecciones para gobernador del departamento de Beni -enero 2013- las encuestas le daban 20
puntos de diferencia a la candidata
oficialista. El resultado, pese a que el régimen volcó allí toda su parafernalia
en recursos humanos y monetarios, fue un rotundo varapalo: ganó el candidato de
la unidad opositora con 10 puntos a su favor. Para las de octubre próximo, las empresas
encuestadoras y los medios que las contratan anuncian la derrota de la
democracia, y no exagero pues los resultados trascienden a la oposición
política ya que presagian la mayoría absoluta del presidente-candidato
inconstitucional, Evo Morales.
Una
mayoría absoluta, la puede elegir una mayoría de votantes, pero como se ha
vivido en todas las mayorías absolutas del mundo, más temprano que tarde,
vulneran los principios democráticos, que van mucho más allá del voto cada
cierto tiempo. En esos regímenes se convoca a elecciones solo para guardar esa
forma democrática, mientras transgreden sin ruborizarse otras, pues su objetivo
es la reproducción en el poder sin ética política ni límite de tiempo.
Paralelamente, merced a la práctica
política autoritaria, acaba imponiéndose un lenguaje acrítico frente al poder
absoluto. Aquí, Morales y su Vice van a su tercera
elección, aunque afirmen que son solo dos, pues la primera no cuenta: fue hace
9 años, cuando existía la hoy difunta República de Bolivia.
Pueden
argumentar que no debería apuntar a los mensajeros –las encuestas y los medios-
pues ambos solo trasmiten una fotografía del momento o coyuntural. Mensajeros respetables,
pero discutibles, pues subrayan de manera acrítica la victoria del oficialismo.
Afirman que ganará en Pando donde 32% “no contesta, blanco/nulo, no sabe”; o en
Tarija y Beni con 23/25 % en esos rangos, o en Oruro con 27%, Chuquisaca con
32% y un total nacional de 18%.
Que
la mayoría votará por Morales, no sorprende pues poco le importan la democracia
y sus valores. Habiendo dinero a raudales por las exportaciones de gas, pero
también por la economía coca-cocaína y el contrabando sin medida ni clemencia, a
esa mayoría le deben parecer superfluas las denuncias de corrupción, la imparable
delincuencia e inseguridad ciudadana, las fallas en educación, salud y justicia
y la indómita persistencia de la pobreza. O que el Estado de Derecho, la
independencia de los poderes Judicial y Legislativo y el respeto a los Derechos Humanos resulten
ser un invento neoliberal.
Vamos
a votar con un Tribunal Electoral subordinado al Ejecutivo, que despilfarra el dinero de todos sin rendición
de cuentas hace 9 años. De yapa, los candidatos opositores no tendrán acceso al
padrón electoral, de donde las de octubre huelen a fraude y serán unas
elecciones ciegas, basadas en el manipulado censo de 2012, que fue un
instrumento de dominación político-territorial e ideológico. A la mayoría que
votará por Evo Morales y García Linera tampoco
le importa. Y no es solo culpa de la fragmentada
oposición política, aunque,
desafortunadamente sigue sin saber quién es su enemigo
principal. Las malas noticias
suman y siguen.