Por una
Pascua Universal
Mauricio Aira
Dictando
para inmigrantes de varias nacionalidades y creencias, me encomendaron explicar
el porqué de las fiestas movibles dentro del cristianismo. Revisé entonces, mis
escuálidos conocimientos sobre la Pascua, el eje central de las celebraciones
cristianas y comprobar que todo está organizado en torno “a la luna llena de
abril”, que los sabios de la Iglesia hacen coincidir con la Resurrección de Jesús,
muerto en la cruz al caer la tarde del
Viernes Santo.
La Semana
Santa responde a un curioso anacronismo porque se rige por la luna. Viernes
Santo es el primer viernes posterior a la primera luna llena después del equinoccio
de primavera, de tal manera que la Semana Santa será antes del 21 de marzo al
23 de abril, aunque los astrólogos generalmente religiosos jesuitas habían
establecido que luna llena en Pascua Florida, marcaría el centro del
calendario, 40 días antes la cuaresma y 40 días después la Ascensión y
Pentecostés al cabo de 10 días. Ahora atendiendo una sugerencia de Francisco se
estudia una reforma. Que la Pascua sea fija, ha mencionado como ejemplo el
segundo domingo de abril, lo que traería el mayor beneficio para una
celebración universal y no, como sucede hoy en día, que para los ortodoxos es
en una fecha y para los católicos en otra, si bien las iglesias protestantes acompañan
la tradición católica de celebrar lo que Francisco señala como “la mayor
festividad religiosa de la Cristiandad, Pascuas de Resurrección”.
Ocurrió durante
el Concilio de Nicea en el 325 que se decidió. La Pascua se celebraría el
domingo siguiente después de la primera luna llena siguiente al equinoccio de
primavera (cada 21 de marzo), curiosamente los judíos se sirven del calendario
lunar hasta nuestros días. Francisco anunció hace pocas horas que la Iglesia
Católica está dispuesta a la fecha fija. Desde Pablo VI se está buscando la
unidad de la fecha de la Pascua, lo que si llega a suceder, sería una clara señal
de aproximación a la Iglesia Ortodoxa, señal de la cercanía de la unión de
todos los cristianos y su llegada al seno de la Iglesia Católica. Casualmente
durante nuestra reciente estada en España pudimos leer que “sería una hermosura
poder celebrar juntos la Resurrección de Jesús” pronunciadas en Bilbao por
Claudio Maria Celli, presidente del Consejo Pontificio de Comunicación Social, añadiendo
que “lo ve muy difícil, aunque no imposible”
Visionamos
que la iniciativa ha de prosperar conservando los símbolos del huevo y del
conejo y de la celebración judía que conmemora la salida de los hebreos de Egipto
contada en el Éxodo en el mes hebraico entre marzo y abril, de entonces perdura
la tradición de la cena que ordenó el Maestro a sus discípulos y la institución
de la Eucaristía que cobra mayor vigor con la presencia del Pontífice en sus
viajes apostólicos continuando la tradición de los últimos papas lanzados al
mundo a predicar el Evangelio como pronto se verá al menos en tres grandes
ciudades de nuestra Patria llamadas a recibir la bendición en un plan de
fraternidad, de comprensión, de perdón cristiano y de unidad sin exclusiones
dentro de la Fe heredada de nuestros padres.
No está
lejano el día de establecerse “la Pascua Universal” que debería significar el
término de todas las guerras, y tal vez como reza el Apocalipsis el inicio del
reinado universal de Cristo donde el perverso Satanás atado durante todo un milenio
sin sus engaños ni sus maldades. Es San Juan que describe un mundo sin el mal
administrado por los que vienen de la resurrección. Claro no lo podemos ni pensar
por las miserias, las perversidades, la desigualdad que vivimos en la
conflictiva historia humana de un mundo caído y contaminado por el letal virus
del pecado.
Ese mundo gobernado por Cristo en todo un milenio que para entender
mejor lo calcamos de Apocalipsis 20:4 ”Vi tronos y se sentaron sobre ellos los
jueces y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y
por la Palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y
que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos y volvieron a la vida
y reinaron con Cristo durante mil años.
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