Nada hay más entrañable que celebrar el día de la fundación de la
República. El nacimiento de la patria, producto de tantas luchas y
sacrificios, jamás puede quedar olvidado, y, por el contrario, la fe y
la esperanza en días mejores se renueva cada año, pase lo que pase. A
190 años de su creación, Bolivia recuerda hoy a sus héroes, al pueblo en
armas, hombres y mujeres, y se esfuerza, con éxitos y tropiezos, por
incluirse entre las naciones respetadas del continente cuando está a una
escasa década de su bicentenario como país independiente.
Desde
1825 a estos tiempos han sucedido innumerables acontecimientos en
nuestro territorio. Pero ya no somos una nación tan joven como para no
encontrar nuestro derrotero. Todavía estamos en la búsqueda de una real
unidad interna, de una cohesión verdadera que cuando se ve cercana se
aleja. Justamente cuando necesitamos con urgencia avanzar sin pausa para
recuperar lo que se perdió por los avatares políticos y por una falta
de confianza en nuestra propia fortaleza. Hay que reconocer que aún
estamos experimentando, estamos probando formas de convivencia, pero más
que eso, buscamos saber qué somos y qué queremos.
El propio
nacimiento de la República de Bolivia fue complicado. Con un extenso
territorio en medio de los virreinatos del Perú y de La Plata, fuimos
como el yunque que recibió los golpes de la cruzada independentista. Por
el Alto Perú avanzaron y retrocedieron los ejércitos argentinos, las
tropas del rey de España, los infatigables guerrilleros de las
‘republiquetas’, hasta que pasaron el Desaguadero las huestes
colombianas, vencedoras de Ayacucho, a la cabeza del Mariscal Sucre,
para consolidar la liberación.
Bolivia nació entre conspiraciones
y conjuras de los doctores charquinos, artífices del primer grito
libertario en América del Sur surgido en aulas de la Universidad de San
Francisco Xavier de Chuquisaca. Nuestra nación no surgió con el
beneplácito de nuestros vecinos, sino, más bien, con su oposición o
indiferencia. Los bolivianos no fuimos bienvenidos y nuestro territorio
estuvo en la mira de reivindicaciones de otros por el hecho de haber
pertenecido primero al Virreinato de Lima y luego al de Buenos Aires.
Hoy,
casi dos siglos después, consolidados como Estado, tratando de
sacudirnos de muchas adversidades, seguimos seguros de que Bolivia ha
sorteado los peores momentos y que se abrirá un periodo de franca
prosperidad y de armonía que compartiremos con las naciones que nos
circundan