Vistas de página en total

martes, 26 de enero de 2010

despotrica, insulta, ofende y no la para. Evo se ha convertido en un detractor de EEUU y el cuento no termina. Sergio Luis en Hoy Bolivia


Hasta hace poco, creí que los problemas de Evo Morales con los Estados Unidos se originaron en la cooperación de la DEA -la agencia gubernamental norteamericana para la lucha contra el narcotráfico- que cooperó a Bolivia en la erradicación de los cultivos de coca que excedían en extensión a la permitida por la ley.

Con esta conclusión no creo haber descubierto la pólvora, porque fue evidente que el ahora presidente era -y aún es- el dirigente sindical de los cocaleros de la zona del Chapare, que en alguna medida ponen su producción de coca al alcance de los delincuentes que fabrican cocaína.

En sus épocas de diputado, el ahora presidente, no se perdía ocasión para lanzar acusaciones y denuestos contra la embajada de los Estados Unidos en Bolivia. Llegado a la presidencia, es evidente que amplió el espectro de los merecedores de los denuestos; éstos llegaron a todo el gobierno estadounidense, a sus instituciones e, inclusive, al pueblo norteamericano.

Pero resulta demasiado fácil quedarse con la explicación de que la agresividad de Evo Morales se funda solamente en su impulso de jefe y mandón sindical. Seguramente hay también otras causas. No puede descartarse a hay quienes, como el deschavetado Hugo Chávez, están detrás de esta cadena de insultos, incesantes y temerarios, usando a Evo Morales para que desempeñe el papel del provocador.

Por lo anteriormente mencionado, no es posible enjuiciar cabalmente la absurda línea de acción presidencial que, por lo disparatada, infantil y peligrosa, se aleja de cualquier consideración racional.

Insiste el presidente, seguramente porque no alcanza a medir las consecuencias, en sus dicterios. Se dirá que los personeros del gobierno de los Estados Unidos están demasiado ocupados en asuntos de mayor trascendencia: Irak, Afganistán, Irán, Siria, los palestinos e Israel, Corea, etc., y que no estarían con ánimos de reparar en un vano ofensor, cuyos insultos son menos dañinos que los ladridos a la luna.

Por supuesto que el presidente, pese a las palmaditas de conformidad de Hugo Chávez, no tiene conciencia de que él no está en la misma situación que su amigo venezolano.

Estados Unidos y Venezuela hacen negocios, y Chávez sabe que no puede prescindir del mercado americano para su petróleo que se refina en suelo de los Estados Unidos, como tampoco le convendría a Washington pagar más por aprovisionarse de petróleo de terceros, ya que tendría que montar una formidable cadena de refinerías.

El negocio, a la larga o a la corta, tapa los denuestos, y da una muestra clara de la realidad. Alguna vez Chávez mencionó que podría cortar el suministro de petróleo a los Estados Unidos, y recibió una contundente respuesta, atribuida a la secretaria de estado Condoleeza Rice: “¡Entonces tendrá que tragárselo!”. Ese no es el caso de Evo Morales. Él nada conseguirá con sus diatribas. Puede perder mucho, y sólo él, aunque todavía no se dé cuenta… y hacernos mucho daño como nación.

Es curioso, ni Castro, ni Correa, ni Ortega, rebajan tanto la palabra de un jefe de Estado como lo hace Evo Morales.

Es seguro, el presidente no sabe que, en la desgracia, todos abandonan al perdidoso; al que se resbala lo dejan en la inmundicia verbal.