La gente no entiende cómo es que mientras el dolor estaba apoderado de los riberalteños conmovidos por el accidente aéreo del domingo, el Gobierno parecía estar en otra, inaugurando un monumento de tres metros de alto en honor al ex presidente venezolano Hugo Chávez.
La versión oficial que justifica semejante homenaje al denominado “Mussolini caribeño” que en realidad aparece con una pose hitleriana, es que Venezuela ha hecho grandes aportes a Riberalta. Aunque, lo llamativo, es que, esta ciudad ni siquiera tiene un hospital decente para atender a los heridos del accidente aéreo y el aeropuerto local es una verdadera lástima pese a que registra 700 vuelos al mes, muchos de los cuales corresponden a la ruta Riberalta-Caracas, sin escalas. En ese sentido, Riberalta es un lugar estratégico donde confluyen los intereses de dos gobiernos, algo que justifica plenamente la estatua, aunque no el despropósito y la insensibilidad de las autoridades, que pudieron, por lo menos, haber pospuesto la inauguración de la estatua.
Hay muchos otros temas que son difíciles de entender pero que al parecer son cruciales para el régimen gobernante. El ministro de Obras Públicas de Bolivia, Vladimir Sánchez ha admitido que 26 aeropuertos del país no tienen ni siquiera un carro bombero para atender accidentes como el de Riberalta, que cobró la vida de ocho personas que se quemaron porque no había ni una manguera para apagar el incendio que se produjo luego del accidente del avión de Aerocon. El funcionario informó sin embargo, que en los últimos años se han invertido 260 millones de dólares en el rubro “aeropuertos”, aunque la mayor parte, es decir el 88 por ciento de esos recursos se han gastado en construir nuevas terminales, que lamentablemente no cuentan con sistemas de seguridad.
Sabemos que el aeropuerto de Oruro, al que muchos califican como un elefante blanco porque registra no más de tres o cuatro vuelos al día, le costó casi 20 millones de dólares y que la mayor parte del dinero del que habla el ministro se concentró en la ampliación de nueve terminales. Una de las más sorprendente es sin duda alguna, el aeropuerto de Chimoré, donde se han invertido alrededor de 35 millones de dólares para darle la categoría de internacional. La localidad chapareña tiene menos de 30 mil habitantes, frente a los casi 100 mil de Riberalta, pero nadie duda que la frecuencia de los vuelos será tal vez similar o mayor, aunque algunos digan después que se trata de “ vuelos de mosquitos”.
Y a pesar de que es difícil de entender, si uno analiza los principales acontecimientos del país como la avalancha de aeropuertos, que en realidad no son más que pistas; el caso del monumento, los sucesos de Apolo, el polémico y tan esperado informe de la hoja de coca y otros hechos que están en la cresta de la ola de la actualidad nacional, siempre se encuentra un mismo hilo conductor que responde a la principal estrategia gubernamental, la razón de ser de un régimen cocalero dominado por sus intereses sectoriales.
En este contexto qué pueden importar las vidas humanas, la seguridad de los viajeros y usuarios de los aeropuertos o la cantidad de dinero que se pueda derrochar en asuntos tan banales como ese grotesco monumento que ha despertado malestar en la opinión pública.
La versión oficial que justifica semejante homenaje al denominado “Mussolini caribeño” que en realidad aparece con una pose hitleriana, es que Venezuela ha hecho grandes aportes a Riberalta. Aunque, lo llamativo, es que, esta ciudad ni siquiera tiene un hospital decente para atender a los heridos del accidente aéreo y el aeropuerto local es una verdadera lástima pese a que registra 700 vuelos al mes, muchos de los cuales corresponden a la ruta Riberalta-Caracas, sin escalas. En ese sentido, Riberalta es un lugar estratégico donde confluyen los intereses de dos gobiernos, algo que justifica plenamente la estatua, aunque no el despropósito y la insensibilidad de las autoridades, que pudieron, por lo menos, haber pospuesto la inauguración de la estatua.
Hay muchos otros temas que son difíciles de entender pero que al parecer son cruciales para el régimen gobernante. El ministro de Obras Públicas de Bolivia, Vladimir Sánchez ha admitido que 26 aeropuertos del país no tienen ni siquiera un carro bombero para atender accidentes como el de Riberalta, que cobró la vida de ocho personas que se quemaron porque no había ni una manguera para apagar el incendio que se produjo luego del accidente del avión de Aerocon. El funcionario informó sin embargo, que en los últimos años se han invertido 260 millones de dólares en el rubro “aeropuertos”, aunque la mayor parte, es decir el 88 por ciento de esos recursos se han gastado en construir nuevas terminales, que lamentablemente no cuentan con sistemas de seguridad.
Sabemos que el aeropuerto de Oruro, al que muchos califican como un elefante blanco porque registra no más de tres o cuatro vuelos al día, le costó casi 20 millones de dólares y que la mayor parte del dinero del que habla el ministro se concentró en la ampliación de nueve terminales. Una de las más sorprendente es sin duda alguna, el aeropuerto de Chimoré, donde se han invertido alrededor de 35 millones de dólares para darle la categoría de internacional. La localidad chapareña tiene menos de 30 mil habitantes, frente a los casi 100 mil de Riberalta, pero nadie duda que la frecuencia de los vuelos será tal vez similar o mayor, aunque algunos digan después que se trata de “ vuelos de mosquitos”.
Y a pesar de que es difícil de entender, si uno analiza los principales acontecimientos del país como la avalancha de aeropuertos, que en realidad no son más que pistas; el caso del monumento, los sucesos de Apolo, el polémico y tan esperado informe de la hoja de coca y otros hechos que están en la cresta de la ola de la actualidad nacional, siempre se encuentra un mismo hilo conductor que responde a la principal estrategia gubernamental, la razón de ser de un régimen cocalero dominado por sus intereses sectoriales.
En este contexto qué pueden importar las vidas humanas, la seguridad de los viajeros y usuarios de los aeropuertos o la cantidad de dinero que se pueda derrochar en asuntos tan banales como ese grotesco monumento que ha despertado malestar en la opinión pública.
La versión oficial que justifica semejante homenaje al denominado “Mussolini caribeño” que en realidad aparece con una pose hitleriana, es que Venezuela ha hecho grandes aportes a Riberalta, aunque lo llamativo es que esta ciudad ni siquiera tiene un hospital decente para atender a los heridos del accidente aéreo y el aeropuerto local es una verdadera lástima
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