poder nefasto de la cocaína crea graves problemas
El Dia analiza lo que está sucediendo a nivel continental
Bolivia tiene que dar claras señales. El Dia. SC
con o en contra de la cocaína
Estudios especializados, expertos y organismos internacionales coinciden que América Latina se encuentra en un momento de quiebre en relación al problema del narcotráfico y en cualquier momento podría producirse la ruptura final que nos colocará en un punto de no retorno en cuanto a la violencia que pone en riesgo la vigencia de la democracia y el Estado.
Cada vez es mayor el número de ciudades prácticamente tomadas por las mafias de las drogas, como ha ocurrido con centros urbanos del norte de México y como sucedió con urbes colombianas en décadas pasadas. Río de Janeiro, San Pablo, Rosario, Buenos Aires, Ciudad de Juárez, Santa Cruz de la Sierra, viven amenazadas por el accionar de poderosos grupos que de a poco van tomando posiciones que impiden a las autoridades reaccionar y retomar el control.
En Argentina se ha producido un urgente llamado a tomar decisiones drásticas contra el narcotráfico, luego de comprobarse de que en la década que el país ha estado bajo el control de la “dinastía Kirchner” ha habido una notoria permisividad frente a las bandas de narcos que han convertido al país en el tercer exportador de droga del mundo. Tanto la Iglesia Católica como la Corte Suprema han demandado en los últimos días mayor determinación de las autoridades ante la evidencia de que el gran negocio se ha instalado en la mayoría de las capitales argentinas, donde el nivel de asesinatos y otros crímenes se ha disparado. Obviamente, cuando insisten en actuar con mayor fuerza, apuntan hacia el control de la frontera con Bolivia.
Hace mucho que Brasil, el principal mercado de la droga en el continente y uno de los de mayor crecimiento en el planeta, está urgido de tomar determinaciones drásticas. La limpieza empezó desde que se conoció la sede del Mundial 2014 y las Olimpiadas del 2016, aunque el trabajo no ha sido nada fácil, no sólo por la reticencia de países vecinos, especialmente de Bolivia, sino también por la debilidad gubernamental que, al igual que en Argentina, parece sacar provecho de la indeterminación.
Pero la presión internacional se ha volcado sobre Brasil, de la mano de Estados Unidos, a través de un convenio que también incluye a Bolivia; por la vía de Europa, uno de los principales destinos de la droga que trafica por territorio brasileño y también por medio de la ONU, que está consolidando en el gigante sudamericano, la mayor unidad de lucha contra el narcotráfico del mundo.
El problema es que cuando llega el momento de actuar, el problema ha alcanzado dimensiones dantescas y las mafias lucen como grupos desafiantes, como ocurre con el Primer Comando Capital (PCC) organización delictiva con presencia en Bolivia, que acaba de amenazar al gobierno de Brasil con poner en ejecución un plan, bautizado “mundial del terror” que incluye múltiples atentados terroristas durante el campeonato de fútbol del año próximo. Y eso no parece ser una simple amenaza, pues en el 2012, el grupo perpetró una escalada de hechos violentos que causaron la muerte de 106 agentes policiales en San Pablo.
Obviamente, la presión también se ha instalado en Bolivia, donde los niveles de violencia todavía no son alarmantes, aunque sí tienden a incrementarse. Estamos llamados a actuar con fuerza, pero aún parecen persistir las dudas y las resistencias de los sectores involucrados, especialmente del Estado. ¿Tenemos tiempo para seguir con las dilaciones?
Cada vez es mayor el número de ciudades prácticamente tomadas por las mafias de las drogas, como ha ocurrido con centros urbanos del norte de México y como sucedió con urbes colombianas en décadas pasadas. Río de Janeiro, San Pablo, Rosario, Buenos Aires, Ciudad de Juárez, Santa Cruz de la Sierra, viven amenazadas por el accionar de poderosos grupos que de a poco van tomando posiciones que impiden a las autoridades reaccionar y retomar el control.
En Argentina se ha producido un urgente llamado a tomar decisiones drásticas contra el narcotráfico, luego de comprobarse de que en la década que el país ha estado bajo el control de la “dinastía Kirchner” ha habido una notoria permisividad frente a las bandas de narcos que han convertido al país en el tercer exportador de droga del mundo. Tanto la Iglesia Católica como la Corte Suprema han demandado en los últimos días mayor determinación de las autoridades ante la evidencia de que el gran negocio se ha instalado en la mayoría de las capitales argentinas, donde el nivel de asesinatos y otros crímenes se ha disparado. Obviamente, cuando insisten en actuar con mayor fuerza, apuntan hacia el control de la frontera con Bolivia.
Hace mucho que Brasil, el principal mercado de la droga en el continente y uno de los de mayor crecimiento en el planeta, está urgido de tomar determinaciones drásticas. La limpieza empezó desde que se conoció la sede del Mundial 2014 y las Olimpiadas del 2016, aunque el trabajo no ha sido nada fácil, no sólo por la reticencia de países vecinos, especialmente de Bolivia, sino también por la debilidad gubernamental que, al igual que en Argentina, parece sacar provecho de la indeterminación.
Pero la presión internacional se ha volcado sobre Brasil, de la mano de Estados Unidos, a través de un convenio que también incluye a Bolivia; por la vía de Europa, uno de los principales destinos de la droga que trafica por territorio brasileño y también por medio de la ONU, que está consolidando en el gigante sudamericano, la mayor unidad de lucha contra el narcotráfico del mundo.
El problema es que cuando llega el momento de actuar, el problema ha alcanzado dimensiones dantescas y las mafias lucen como grupos desafiantes, como ocurre con el Primer Comando Capital (PCC) organización delictiva con presencia en Bolivia, que acaba de amenazar al gobierno de Brasil con poner en ejecución un plan, bautizado “mundial del terror” que incluye múltiples atentados terroristas durante el campeonato de fútbol del año próximo. Y eso no parece ser una simple amenaza, pues en el 2012, el grupo perpetró una escalada de hechos violentos que causaron la muerte de 106 agentes policiales en San Pablo.
Obviamente, la presión también se ha instalado en Bolivia, donde los niveles de violencia todavía no son alarmantes, aunque sí tienden a incrementarse. Estamos llamados a actuar con fuerza, pero aún parecen persistir las dudas y las resistencias de los sectores involucrados, especialmente del Estado. ¿Tenemos tiempo para seguir con las dilaciones?
Cada vez es mayor el número de ciudades prácticamente tomadas por las mafias de las drogas, como ha ocurrido con centros urbanos del norte de México y como sucedió con urbes colombianas en décadas pasadas.
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