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viernes, 17 de febrero de 2017

ahora sucede al revés "los ponchos rojos" a favor del Alcalde Masista Ramos, el pueblo pide informes y la respuesta es violencia de loso emponchados que acuden con chicotes y armas contundentes. la Policía actúa tarde cuando la brutalidad se cobró decenas de heridos. El Deber de SC.

Achacachi, una comunidad altiplánica a 93 km de la sede de Gobierno, vive días de furia y tensión tras el violento enfrentamiento entre juntas vecinales del lugar y más de un centenar de ponchos rojos provenientes de localidades vecinas. La exigencia no satisfecha de una rendición de cuentas planteada por los vecinos acabó con la quema de la casa y del vehículo del alcalde Édgar Ramos, de filiación masista y que, según la denuncia en su contra, no ha informado de la gestión pasada ni ha presentado el presupuesto para obras ni proyectos de este año.

Por decisión de un cabildo, al que no asistió Ramos por temor a ser agredido, en Achacachi también se cumplía un bloqueo y un paro cívico.

El estallido de la violencia fue atribuido a la actitud provocativa de los ponchos rojos que se movilizaron en respaldo de la autoridad edil. El uso de dinamita, armas de fuego y de objetos contundentes dejó un saldo de varios heridos, uno de ellos de gravedad. La quema y destrucción de otros inmuebles siguió a los duros choques. La turba, además de dedicarse al saqueo, agredió también a periodistas y robó sus equipos. Un testigo de los incidentes dijo que “no hubo clemencia, fue un enfrentamiento bárbaro... no respetaron ni a las mujeres”. Junto a un fuerte contingente policial desplazado al lugar, el Ministerio Público anunció el envío de una comisión de fiscales para iniciar las investigaciones y también fue convocada la presencia del defensor del pueblo.

 En noviembre de 2007, la milicia emponchada organizó en Achacachi un acto de crueldad y barbarie degollando a dos perros vivos, no sin antes apalearlos salvajemente. Las imágenes del horror fueron recogidas por las cámaras de televisión convocadas al efecto. El objeto era amedrentar a los opositores del presidente Evo Morales, en particular a los entonces prefectos de la llamada ‘media luna’. En ese tiempo, el alcalde de Achacachi, Eugenio Rojas, luego presidente del Senado y actualmente ministro de Estado, al expresar su apoyo al ‘proceso de cambio’ y su rechazo a la proclama autonómica de Santa Cruz, afirmó que no podía concebirse una revolución sin sangre ni muertos.


Con esos antecedentes luctuosos y los matices de la reciente escalada virulenta, Achacachi vuelve a llamar la atención. En territorios donde predomina la intolerancia y la institucionalidad es avasallada al no dejarse sentir la presencia del Estado, se deposita la semilla del mal que germina en la violencia irracional con sus siempre lamentables secuelas 

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