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lunes, 9 de julio de 2007

Ser rico y no tener plata
Mauricio Aira

La vieja historia que nos enseñaron de niños en la escuela que Bolivia se asemeja a un pordiosero sentado en una silla de oro, si bien bastante exagerada nos sirvió, sirve todavía para mostrar con cierta graficidad la dramática situación de la economía boliviana. Tenemos o el país tiene riquezas, las explotamos como sucedió por decenios con el oro, la plata, el estaño, el zinc, y se vendieron los metales preciosos y los semipreciosos al exterior y el resultado de la explotación y ventas sirvió para crearnos ilusiones que terminaron en la misma patética realidad de nuestra pobreza. Las minas nacionalizadas en 1952 pintaron de rosa el alma boliviana, creímos en la panasea de un futuro próximo lleno de esplendor y bonanza, pero ay! Cuánta desilusión! El espejismo se quebró a los 20 años, los precios de los minerales descendieron dramáticamente “Bolivia se nos muere”, exclamó Paz Estenssoro y haciendo de tripas corazón no sólo desnacionalizó su obra, peor aún, las tuvo que cerrar y echar a la calle a un conglomerado de 20 mil mineros y sus familias, esto es 100.000 personas, si bien se palió con indemnizaciones y relocalizaciones, la medicina duró igualmente poco tiempo. Los mineros se tragaron sus ahorros, o los depositaron en Finsa y otras inmobiliarias que ya sabemos cómo terminaron con la muerte, la cárcel, la hecatombe de un efecto multiplicador que duró todo un decenio.

Un amigo, hoy diplomático cuya inquietud y conocimiento del tema es muy profundo, me dijo que Eduardo Galeano exageró la nota, que la tal riqueza argentífera que se llevaron los españoles no fue tal, no alcanzó los cálculos traídos de los pelos por el uruguayo que más que científico o historiador se conoció como ser un político con gran voluntad de hacer cambiar las cosas, pero que el emporio de plata, oro y otras riquezas no alcanzaba para construír el puente entre Potosí y Sevilla, ni siquiera un puente colgante de algunos kilómetros, las cifras de “las venas abiertas” se subieron por las nubes al menos en lo que a Potosí se refiere. Quizá habría sido más honesto predicar que Bolivia siempre fue pobre, y que la coyuntura de su independencia a la que sabemos se opuso Simón Bolívar con acertada visión terminó por decretar la ruina posterior, pero no podemos retroceder y lamentar nuestras cuitas. La vida nos enseña que el mundo sigue andando y para qué llorar si remedio no cabe.

La introducción sirve para referirnos al potencial minero que todavía conserva Bolivia, y que “los trabajadores mineros” no quieren mirar. En otro momento de la historia los mineros se negaron a aceptar que los precios se caían, que la explotación no daba para mucho, que todo el país estaba sobre COMIBOL, persistieron en sus ataques a la burocracia, a los gobiernos, a los administradores, a su propia dirigencia. Un poco similar es la situación de hoy. “Se quiere matar a la gallina de los huevos de oro”, cuando empieza el repunte minero y Posokoni se ha recuperado para Bolivia (al menos en teoría), los mineros se empeñan en desbaratar la recién nacida empresa y antes de ver los frutos se encaminan a la destrucción de la fuente de riqueza.

Al margen de qué grupo se encuentre en el uso del Poder, los bolivianos tendríamos que tener clara conciencia de las recomendaciones que ha formulado Osvaldo Arce Burgoa al afirmar que Bolivia posee los suficientes recursos mineralógicos que le podrían permitir proyectarse hacia una minería moderna y sustentable contado con condiciones favorables para captar inversiones “porque el 25% del territorio nacional está inexplorado y consiste en 250 mil kilómetros cuadrados que son susceptibles de contener recursos de una variedad de metales pasando el autor a describir 80 yacimientos, distritos y provincias metalíferas cuyo 40% está en actual explotación (en su mayoría por las llamadas cooperativas mineras) 30% están en exploración y el resto en receso esperando inversiones.

La obra de investigación de Arce Burgoa menciona parajes de oro, plata, zinc, plomo y platinoides, para ser operados a rajo abierto como los de Puquio Norte, Don Mario, San Simón, Miguela, Rincón del Tigre y el Mutún en el Precámbrico, Kori Kollo, San Cristóbal, Iroco, Binco, Nobel e Isvaya en el Altiplano y San bartolomé, San Bernardino, Amayapampa Capacirca y Cocapata en la Cordillera Oriental.

Revela Arce Burgoa que en la década de 1990 Kori Kollo la primera mina a cielo abierto se convirtió en el mayor productor de oro de América del Sur y ésto para el futuro inmediato “Bolivia volverá a ser tomada en cuenta en el concierto mundial minero cuando se constituya en el tercero y cuarto productor de plata y zinc con la puesta en marcha de San Cristóbal cuyas reservas totalizan 259 millones de toneladas y que producirá 22 millones de onzas de plata, 85 mil toneladas de plomo y 180 mil de zinc y acompañado por la producción de plata de San Bartolomé. Lo cierto es que mientras Galeano nos habla de un pasado grandioso que no fue tanto, Arce profetiza la nueva buena racha que podría favorecer a Bolivia, siempre y cuando no surjan piedras en el camino que detengan la marcha del progreso y la productividad a que Bolivia aspira con pleno derecho y esperanza.