El lacerante drama de bolivianos en Madrid
Mauricio Aira
Mauricio Aira
Un programa documental de TVE “España Directo” difundido hace algunas horas ha revelado nuevos ángulos del drama humano que viven nuestros compatriotas en La Cañada barrio olvidado de Dios y de la Ley a tan sólo 15 kilómetros de la mismísima Puerta del Sol epicentro de la geografía hispánica. Las tomas fueron filmadas ha poco de haber pasado por allí las motoniveladoras que dejaron convertidos en escombro las pertenencias de entre otras 20 familias bolivianas que vivían allí indocumentados, sin otro respaldo que un papel mediante el cual se comprometían a pagar entre 200 y 300 euros de alquiler mensual por “el piso” que en realidad era uno, dos y hasta tres ambientes.
Los periodistas de televisión española hicieron todos los esfuerzos para desentrañar el misterio y se encontraron con que: la mayoría de los expulsados no tenían documentos de identidad, no tenían ocupación fija, no tenían contrato de alquiler, ni algún otro respaldo que ligeramente les garantizara los pocos metros de vivienda, que dicho sea de paso no contaba con elementales servicios básicos de agua, desague, electricidad, aunque sí durante algunas horas podían clandestinamente conectarse a los cables de la red. Nuestros compatriotas habían caído en los fauces de especuladores y estafadores que alquilaban locales sin ser propietarios y ofrecían servicios inexistentes y que “las víctimas” se obligaban a cumplir con los pagos y no hacer intervenir a los medios (radio y tv) con posibles denuncias.
Así se pudo ver viviendas destruídas, sus pertenencias incluyendo pequeños muebles, ropa, libros desparramados por toda la superficie y a los compatriotas buscando su dinerito, sus relojes o souvenirs de en medio de los desechos. Las cámaras llegaron a tiempo de encontrar a los vecinos rebuscando entre los despojos. Espectáculo lacerante de ver llorar a hombres y mujeres ante la impotencia de no tener a quién acudir en busca de ayuda.
Los traperos de Emaús, orden religiosa originada en París por el recientemente desparecido Abate Pierre ante problemas similares cuenta con voluntarios en las grandes ciudades que se ocupan de asistir a los rebuscadores de basuras y ha logrado articular su trabajo en microempresas de reciclaje (ver nuestro art. El Abate padre de los pobres. www.meros.se) anoticiados del suceso acudieron prestos con sus vehículos de auxilio y pudieron recuperar algo y trasladar a los bolivianos a la Iglesia más próxima que les brindó un refugio momentáneo.
Demás está añadir que La Cañada goza de tan mala fe y no sin razón que allí viven marginados como los gitanos, los vagabundos y malentretenidos y es paradero de drogadictos que se inyentan droga a vista y paciencia de los vecinos, se cometen asaltos y asesinatos con bastante frecuencia, a ciertas horas de la noche, ni siquiera la policía se atreve a transitar entre los recobecos que forman las viviendas construídas en forma clandestina.
Ahora bien los periodistas se esforzaron de nuevo por desentrañar el porqué de la presencia de las familias bolivianas en aquel antro de pobreza extrema y las respuestas siempre se repiten “vinimos a ganar dinero que mandamos a Bolivia para pagar deudas, mantener a nuestros hijos, o comprar un terrenito, es que en Bolivia no hay trabajo para todos y si los hay están mal pagados”. No se alcanza a comprender que prefieran aquel mundo de inseguridad extrema, sin trabajo fijo, sin vivienda, sin protección social ni legal alguna, sometidos a peligros inconmensurables, a vivir en la Patria donde por mucho que las condiciones de vida y trabajo no sean las mejores, son a todas luces cien veces mejores que las de éste endemoniado barrio “La Cañada” que dicho sea de paso constituye una inaceptable realidad para el Ayuntamiento de Madrid, en pleno siglo XXI y en contraste con la España turística que se esmeran en vendernos.
Es de esperar que la Embajada de Bolivia hubiese intervenido en aliviar la angustia que están pasando alrededor de cien bolivianos, entre ellos niños y jóvenes que fueron mostrados en el documento y otros muchos en barrios similares, en otras ciudades de la Península y que se pudiera habilitar un fondo “de repatriación” para facilitar el retorno inmediato costeado por el Tesoro de la Nación.
Es triste reconocer que la inestabilidad laboral, la falta de inversiones y la inexistencia de una política ocupacional persistente estén abonando el caldo de cultivo para una emigración masiva que termina en escenarios como el descrito.