Vistas de página en total

sábado, 13 de septiembre de 2008

"no se trata de inspiraciones antidemocráticas ni de secesión" explica Los Tiempos

El agravamiento de la crisis política y social a raíz de los hechos de violencia registrados en el oriente y sur del territorio estos últimos días, ha repercutido no sólo en la región, sino más allá de ella, traduciéndose en manifiestos de gobiernos de naciones amigas; de bloques que agrupan a varios países; de instituciones multilaterales y hasta de entidades conformadas por segmentos de la civilidad de una y otra parte. Dichos pronunciamientos, en su mayoría, han abogado por la preservación del estado de derecho y la democracia en Bolivia, a la vez de clamar tanto por la detención de los enfrentamientos entre las facciones en pugna, como por la búsqueda de soluciones a sus diferendos mediante la negociación que conduzca a un diálogo constructivo y sostenible. Algunos otros, sin embargo, se han prodigado en condenar lo que sus emisores consideran vocación antidemocrática y, peor todavía, inclinación secesionista de uno de los protagonistas del conflicto; es decir, los cuatro departamentos integrantes de la denominada "media luna", cuyas elites estarían empeñadas en recuperar espacios perdidos y seguir enriqueciéndose a costa de la pobreza y marginación de los desvalidos.
En el primer caso, salta a la vista el predominio de criterios distantes de cualquier extremo o interés sectario, mientras que en el segundo, es inequívoco el juego del preconcepto y la desinformación, al menos; circunstancia que lo torna digno de comentario esclarecedor. Causas del problema son, por un lado, el afán hegemónico del régimen del Movimiento al Socialismo y el ideario que pretende imponer a través de la aprobación de un proyecto de Constitución malhadado en su contenido y tramitación; y por el otro su desconocimiento del proceso hacia el tipo de autonomía que aquellos distritos persiguen por voluntad expresa de su población, a lo que debe añadirse el recorte de la participación en la renta petrolera que a cada uno le corresponde por mandato legal; factores que en conjunto y sensiblemente, han derivado en la consolidación de dos visiones contrapuestas de país, en la polarización y la beligerancia, en fin de cuentas.
Consecuentemente, no es pues justo que se atribuya a la corriente contestataria de lo anotado líneas antes inspiraciones antidemocráticas, objetivos divisionistas u otros más inconfesables todavía, como se lo viene haciendo desde las altas esferas del esquema en ejercicio del poder, con repercusión igual carente de asidero en el exterior, gracias sobre todo a la propaganda oficial, sin que empero una dosis de prejuicio, si es que no de consigna o desconocimiento de la realidad, puedan descartarse en el contexto de semejante opinión.