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jueves, 9 de octubre de 2008

de morales uno a morales segundo en la pluma de mario rueda peña

En 1872 regía este desventurado país Agustín Morales, quien fuera elegido Presidente Constitucional de la República en las urnas que siguieron al derrocamiento del sátrapa Melgarejo. Le distinguía una personalidad propensa a la altanería, la desconfianza extrema, los arranques de ira y el autoritarismo. A lo largo de su breve periplo por el Palacio de Gobierno, dejó impresos tales y sicóticos rasgos en casi todas sus actuaciones, hasta que perdiera la vida a consecuencia de un rapto de furia, nada menos que contra su propio sobrino, un militar de apellido Lafaye, quien le victimó a balazos en el propio Salón de los Espejos del histórico recinto del Poder Ejecutivo. Agustín Morales no toleraba que el Legislativo de entonces fiscalizara sus actos o se opusiera a sus medidas. La ira fulguró en sus pupilas cuando aquel 15 de agosto de 1872, en su mensaje al país, atacó a los parlamentarios, amagándoles con un bastón, de paso. Lo que pasó después, en horas de la noche, según lo relata Moisés Alcázar, en su libro "Drama y Comedia en el Congreso", en la plaza Murillo, frente al Congreso, fue "una loca algarabía: fanfarrias militares, descargas de fusilería, tronar de fuegos artificiales y algazara destemplada para impedir el desarrollo de las labores legislativas". A ratos, la ofensiva acústica asumía festiva resonancia de opereta y hasta de zarzuela: "Repentinamente, una banda de música se colocó a la entrada y comenzó a ejecutar sonatas ora alegres, ora fúnebres, haciendo mofa de la representación nacional, en medio de una multitud que crecía en torno…". Pero después, continuando con el relato de Alcázar, el estruendo asumiría tonalidades wagnerianas cuando "otra banda militar irrumpió en el Congreso y avanzó hacia el barandado que separaba la barra del hemiciclo, con gruesas injurias y terribles amenazas…". Epílogo: los parlamentarios huyeron y al día siguiente Agustín Morales fue al Legislativo a cerrar el Congreso, con estas palabras: "¡Pueblo! Como primer magistrado de Bolivia vengo a clausurar esta Asamblea, cuyos bancos, hoy desiertos, han sido ocupados por una partida de traidores, infames, de hombres vendidos que quieren perturbar y entorpecer la acción del gobierno"… Para los próximos días , el gobierno del MAS amenaza con parecida algarabía en la plaza Murillo, frente al Palacio Legislativo. En vez de bombos, platillos y trombones de bandas militares, taladrará el aire y los tímpanos de los parlamentarios opositores un concierto de quenas, pututus y flautas de los MS o milicianos del partido gubernamental. Todo, en medio de estallidos de cartuchos de dinamita, sin duda. No obstante, más que algazara con la cual intimidar al adversario, será "fiesta popular", dicen los hombres del gobierno. O sea, festejo. ¿De qué? Pues de lo que suponen será total desbandada de las bancadas parlamentarias de la oposición, dejando el camino llano para la sanción de la ley de convocatoria al referendo confirmatorio de la Carta Magna de la Glorieta. Esperemos que todo se reduzca a meras semejanzas escenográficas y de apellido con lo ocurrido en 1872 y que el cerco o "fiesta popular" del MAS frente al Palacio Legislativo no se haga efectivo, y que si se realiza no sea poseído por el espectro de Agustín Morales, derivando a algo más grave.