El productor del programa 60 Minutos, de notable audiencia por entonces, llamó al Presidente de la Junta Militar de Bolivia Luis García Meza para anunciarle que en horas más sería lanzada al mundo una prueba documental de la participación de su ministro Luis Arce Gómez en el tráfico de cocaína. En efecto, periodistas estadounidenses habían logrado filmar secuencias del intento de enterrar una avioneta y los cuerpos de los pilotos que habían recogido la droga y se disponían a emprender vuelo de retorno a su base. Lo que no sabía el “ministro de la cocaína”, hoy reo común en una cárcel de Miami, es que toda la operación había sido montada por la DEA para develar el manoseo que hacían del narcotráfico los flamantes mandatarios que habían prometido quedarse “por lo menos 20 años en el poder”. Demás está decir que García Meza se deshizo de inmediato de su “fiel y leal” compinche que ayudó a financiar el golpe con dinero del narcotráfico.
Como todo organismo de inteligencia, la DEA tiene acceso a información que en ningún caso podrá tener el gobierno de Bolivia por más anuncios que realicen tanto el zar de la droga, Felipe Cáceres, como el ministro Rada o el propio Presidente. La red de penetración a los cárteles de la mafia, de los grandes lavadores de dinero e incluso de los grupos terroristas que a menudo utilizan los mafiosos para el logro de su cometido criminal ha sido construida en base a muchos años de espionaje, a enormes recursos humanos y económicos que muy de lejos están fuera del alcance de la cada vez más depauperada economía boliviana.
Por tanto, y empeñado como estuvo el Estado en la eliminación de la acción narcotraficante que es la que incentiva y mueve la producción de la cocaína, al clausurar las actividades de la DEA, que descubrió por ejemplo en los últimos tiempos a tres grupos de masistas narcotraficantes como las hermanas Terán, flaco favor le ofrece al colectivo boliviano una decisión “tomada a título personal” de deshacerse de un instrumento singular y único para el control de la cocaína.
Sendos artículos de fondo están cubriendo los diarios de dentro y fuera de Bolivia, porque Evo Morales vuelve a escudarse en acusaciones sin pruebas y al pedido supuesto de organizaciones sociales para tal medida. Entre las repercusiones diplomáticas está ya generando serias complicaciones en la lucha contra las drogas. La reacción de ex jefes policiales que han expresado “¿de qué sirven las armas y el transporte” que el gobierno pretende confiscar a la DEA, si no se cuenta con la información precisa para interceptar el tráfico delincuencial? No hay duda que las mafias organizadas ya estarán planificando si acaso todavía no han dispuesto el asalto a Bolivia y el posicionamiento del mercado de producción, puesto que existe la materia prima para inundar los mercados de cocaína con tanta coca que se produce, el doble de cuando Morales llegó al poder.
Aunque tibiamente la policía se ha sincerado y advertido sobre las consecuencias del absurdo evista para la seguridad nacional, ya La Razón advertía “estamos a las puertas de un gigantesco desborde del narcotráfico que trae de la mano los secuestros, asesinatos, robo de vehículos y toda una gama delincuencial”, y su penetración en la política. El caso de las hermanas Terán debería ser una advertencia “a no ser que ello haya sido el detonador de la expulsión de la DEA”. De otro golpe a nuestras relaciones con los Estados Unidos ha calificado Los Tiempos: “Los argumentos de Morales para respaldar su medida son los mismos con que justificó sus anteriores ofensivas la injerencia política, espionaje y financiamiento del golpe cívico-prefectural” que nunca ha podido probar no obstante el tiempo transcurrido. “Todo indica que Bolivia se afirma como uno de los pivotes de un proyecto político militar cuyo objetivo es destruir el rol hegemónico de los Estados Unidos para sustituirlo por otro”.
Trasciende la severidad con que Los Tiempos hace ver que “el inocultable apogeo del que gozan la producción y tráfico de cocaína recibirán un nuevo impulso. Bolivia tiende a constituirse en una especie de capital del narcotráfico y eso sólo puede acarrear graves resultados. Estamos avanzando por un terreno peligroso. La virtual legalización del narcotráfico tiende a adquirir el rango de política de Estado y eso es algo que en el mundo actual no quedará impune”.
La historia debería enseñarnos a enmendar nuestros errores, ver lo sucedido por ej. con el dictador Manuel Noriega, quien fuera detenido en operación comando y conducido a la cárcel por el delito de estar usando la droga como instrumento de poder en Panamá, o la del General Ochoa, que fuera fusilado por el régimen de Castro por negociar con las mafias colombianas de la cocaína. Desde luego toda la ayuda que provee la Unión Europea puede quedar congelada como ya lo está la estadounidense y que está afectando a miles de familias de obreros y artesanos que solían exportar su producción bajo el alero de la ATPDEA.
Es lamentable que en nombre de la coca se hubiese desencadenado el poder del narcotráfico convirtiendo a Bolivia en una especie de “tierra libre para la extensión y explotación” de la coca, si resultara evidente lo que muchos están temiendo que Bolivia está a punto de caer en las garras del narcotráfico, entonces ¡Dios salve a nuestra Patria!
Como todo organismo de inteligencia, la DEA tiene acceso a información que en ningún caso podrá tener el gobierno de Bolivia por más anuncios que realicen tanto el zar de la droga, Felipe Cáceres, como el ministro Rada o el propio Presidente. La red de penetración a los cárteles de la mafia, de los grandes lavadores de dinero e incluso de los grupos terroristas que a menudo utilizan los mafiosos para el logro de su cometido criminal ha sido construida en base a muchos años de espionaje, a enormes recursos humanos y económicos que muy de lejos están fuera del alcance de la cada vez más depauperada economía boliviana.
Por tanto, y empeñado como estuvo el Estado en la eliminación de la acción narcotraficante que es la que incentiva y mueve la producción de la cocaína, al clausurar las actividades de la DEA, que descubrió por ejemplo en los últimos tiempos a tres grupos de masistas narcotraficantes como las hermanas Terán, flaco favor le ofrece al colectivo boliviano una decisión “tomada a título personal” de deshacerse de un instrumento singular y único para el control de la cocaína.
Sendos artículos de fondo están cubriendo los diarios de dentro y fuera de Bolivia, porque Evo Morales vuelve a escudarse en acusaciones sin pruebas y al pedido supuesto de organizaciones sociales para tal medida. Entre las repercusiones diplomáticas está ya generando serias complicaciones en la lucha contra las drogas. La reacción de ex jefes policiales que han expresado “¿de qué sirven las armas y el transporte” que el gobierno pretende confiscar a la DEA, si no se cuenta con la información precisa para interceptar el tráfico delincuencial? No hay duda que las mafias organizadas ya estarán planificando si acaso todavía no han dispuesto el asalto a Bolivia y el posicionamiento del mercado de producción, puesto que existe la materia prima para inundar los mercados de cocaína con tanta coca que se produce, el doble de cuando Morales llegó al poder.
Aunque tibiamente la policía se ha sincerado y advertido sobre las consecuencias del absurdo evista para la seguridad nacional, ya La Razón advertía “estamos a las puertas de un gigantesco desborde del narcotráfico que trae de la mano los secuestros, asesinatos, robo de vehículos y toda una gama delincuencial”, y su penetración en la política. El caso de las hermanas Terán debería ser una advertencia “a no ser que ello haya sido el detonador de la expulsión de la DEA”. De otro golpe a nuestras relaciones con los Estados Unidos ha calificado Los Tiempos: “Los argumentos de Morales para respaldar su medida son los mismos con que justificó sus anteriores ofensivas la injerencia política, espionaje y financiamiento del golpe cívico-prefectural” que nunca ha podido probar no obstante el tiempo transcurrido. “Todo indica que Bolivia se afirma como uno de los pivotes de un proyecto político militar cuyo objetivo es destruir el rol hegemónico de los Estados Unidos para sustituirlo por otro”.
Trasciende la severidad con que Los Tiempos hace ver que “el inocultable apogeo del que gozan la producción y tráfico de cocaína recibirán un nuevo impulso. Bolivia tiende a constituirse en una especie de capital del narcotráfico y eso sólo puede acarrear graves resultados. Estamos avanzando por un terreno peligroso. La virtual legalización del narcotráfico tiende a adquirir el rango de política de Estado y eso es algo que en el mundo actual no quedará impune”.
La historia debería enseñarnos a enmendar nuestros errores, ver lo sucedido por ej. con el dictador Manuel Noriega, quien fuera detenido en operación comando y conducido a la cárcel por el delito de estar usando la droga como instrumento de poder en Panamá, o la del General Ochoa, que fuera fusilado por el régimen de Castro por negociar con las mafias colombianas de la cocaína. Desde luego toda la ayuda que provee la Unión Europea puede quedar congelada como ya lo está la estadounidense y que está afectando a miles de familias de obreros y artesanos que solían exportar su producción bajo el alero de la ATPDEA.
Es lamentable que en nombre de la coca se hubiese desencadenado el poder del narcotráfico convirtiendo a Bolivia en una especie de “tierra libre para la extensión y explotación” de la coca, si resultara evidente lo que muchos están temiendo que Bolivia está a punto de caer en las garras del narcotráfico, entonces ¡Dios salve a nuestra Patria!