En Bolivia la crisis es una constante. Vivimos en crisis desde que somos República. La crisis es nuestro pan de cada día. Por eso cuando se habló de la crisis financiera actual, el gobierno dijo que estábamos “blindados”, cuando debería haber dicho: estamos dispuestos a recetarles la manera de convivir con la crisis que para eso somos en Bolivia la crisis misma.
Hace ocho años que estamos sumergidos en la crisis más profunda de nuestra vida republicana. Crisis de valores especialmente, crisis de confianza, crisis de identidad, crisis de principios. Y esta crisis no parece tener un G 20 ni un G 1000 que pueda resolverla. Para esta crisis no hay desembolsos millonarios que reactiven la confianza en el sistema. Es una crisis que necesita de una urgente depuración ideológica y de conductas enraizadas en lo más profundo del alma originaria de la cual se ufanan tantos.
Parecería o de hecho es así, que nos gusta estar viviendo en crisis. Cuando tenemos la oportunidad de salir de ella, hacemos todo lo posible para quedarnos con ella. Y los gobiernos se empeñan en hacernos creer que quieren terminar con la crisis, cuando esta es lo que les sostiene. Y por favor no se extrañe. Para el actual gobierno mientras la pobreza se acreciente, mayores movimientos sociales estarán esperando el paraíso socialista y mayor será la popularidad de la que goce.
Recordemos la bonanza de los años setenta del siglo pasado. Banzer era Presidente de facto y el año 1974 se produjo el boom del petróleo, el barril se disparó en el mercado y nosotros exportábamos petróleo, esto conllevó que el mercado financiero de entonces nos oferte créditos en montos y tasas de interés que dispararon la deuda externa. Cuando la bonanza pasó, Banzer tuvo que convocar a elecciones y ahí comenzó la debacle económica y financiera que luego fue cargada al gobierno de Siles Suazo.
Tuvimos un prolongado período de inestabilidad política y penuria económica. Hasta que en 1985 se decidió liberar la economía y construir pactos políticos que permitieran reconvertir las empresas estatales en empresas capitalizadas. Fueron quince años hasta el año 2000 en los que la economía se fue reconstituyéndose y fortaleciéndose. Con altas y bajas pero captando inversiones y logrando abrir mercados: se mejoró el mercado financiero y se lo reguló adecuadamente, se expandieron las comunicaciones, se invirtió en energía eléctrica y el más importante éxito estuvo en la inversión hidrocarburífera que hizo posible el crecimiento de nuestras reservas de gas probadas y probables.
En medio de este esfuerzo nacional para darle continuidad al fortalecimiento de la economía, una corriente cocalera comenzó a fluir primero defendiéndose de las acciones de interdicción, luego se aprovecharon de la política de sustitución de la coca por otros productos y al final comenzaron a crear un movimiento sindical que hizo del bloqueo de los caminos y las marchas forzadas una sistemática manera de frenar el aparato productivo nacional.
Ideologizada bajo el manto protector del socialismo, de la defensa de la dignidad nacional y la lucha contra la pobreza, el movimiento cocalero se hizo dueño de los caminos, logró convertir las elecciones municipales en feudos autónomos de dirigentes cocaleros en Alcaldes y a partir del control del Chapare cochabambino -donde los gobiernos de Banzer, Quiroga, Sánchez de Lozada, Carlos Mesa y Eduardo Rodríguez Veltze no pudieron frenar su ímpetu- generando por el contrario su fortalecimiento político y su enraizamiento social hasta convertirlo en un serio aspirante a ser gobierno, logró coronar al rey de la coca como Presidente.
Al contrario de lo que muchos dicen, Evo Morales no fue sino la punta de lanza de este proyecto cocalero, cualquier otro que se hubiera puesto a la cabeza del mismo hubiera llegado al punto donde llegó Morales. Fue la corriente narco cocalera la que en alianzas circunstanciales con movimientos indigenistas como el de Felipe Quispe la que pudo expandir su abanico social hacía las ciudades y tuvo en El Alto su coto de caza.
La coca se dio cuenta de que podía ser gobierno cuando Sánchez de Lozada, guerra sucia por medio y voto forzado asumió la Presidencia con Evo Morales como segundo. Es cuando el cato de coca pasa a un segundo plano y emerge el Gobierno como el paso siguiente, desde el cual el cato sería apenas una anécdota en la historia de la narco- coca.
Y eso es lo que hoy día tenemos en Bolivia. La coca hecha gobierno. Y por ello se explica mejor todo lo actuado hasta ahora. Y también nos explica con claridad donde está la crisis, de qué se alimenta y a quienes protege. Fuente: hoybolivia. Autor: Dante Pino en acertado análisis