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lunes, 4 de mayo de 2009

dónde está la malparida UNASUR? dónde la OEA y los DDHH? se pregunta El Deber en subeditorial valiente y claro. punto alto

El país sin rumbo y retrocediendo
Marcelo Rivero
Después de los acontecimientos del jueves 16 de abril en nuestra ciudad, cuando tres individuos fueron abatidos a balazos y al parecer sin ofrecer resistencia, por policías, como siempre encapuchados, llegados de La Paz y en operativo sin fiscal, en horario (4 a 5 de la madrugada) en el que la ley prohíbe allanamientos, las cosas se complican en el país. Es que el Gobierno en lugar de disponer el esclarecimiento del violento suceso -que resonó en el mundo y que causó espanto en tres naciones europeas de donde provenían los victimados, uno de ellos boliviano-húngaro-, lo torna más confuso, lo llena de incógnitas y hasta hace el ridículo, como la semana pasada cuando presentó a una cuadrilla de ‘terroristas’ integrantes de la banda. Los ‘terroristas’ resultaron ser honestos hombres que luego de sus jornadas de trabajo hacen un deporte (el ‘airsoft’) con armas...de plástico, muy parecidas a las metralletas que se venden por miles en los mercados, especialmente en Navidad para que jueguen los niños. Increíble que a casi 20 días del acribillamiento, el asunto esté más enmarañado y la ciudadanía temerosa y desorientada, porque encima se llevan más presos a La Paz sin siquiera permitirles abrigarse del frío de aquellas alturas, peor aún, como animales, puesto que fueron cargados en camionetas, esposados y vendados los ojos con material que se usa para precintar embalajes. ¡Muchas dosis, ¿dónde quedan los derechos humanos, dónde están la OEA y la malparida Unasur para ensayar aunque sea reclamación fingida?! Estamos volviendo a los tiempos de Melgarejo, lo cual es trágico porque no es nomás retroceder un siglo y medio no sólo en relación a la democracia y los derechos conculcados, sino en cuanto a la legítima aspiración de los bolivianos a vivir en armonía, a tener un trabajo, a progresar y superarnos, a lograr conocimientos, a discrepar pero también a entendernos, a saber reconciliarnos. Todo eso y más, en una época en la que ya no caben los desbordes verbales, los abusos del poder, las amenazas de escarmiento, las imposiciones por la fuerza, los caudillismos de tipos soberbios, caramba, ¡los disparates a diestra y siniestra para que rían a mandíbula batiente más allá de las fronteras patrias! Todo eso y más, decía, porque, asimismo, creíamos llegada la hora de poner fin a la improvisación, de gobernar con los idóneos, de acabar con la corrupción, de poner fin al contrabando, de detener la delincuencia y el tráfico de drogas, de reconocer los derechos regionales obtenidos en buena lid, y resulta que estas bondades no se dan, ni siquiera se divisan a lo lejos. Belzu ha muerto, ¿quién vive ahora? preguntó el tirano en ciernes cargando el cuerpo de su víctima. ¡Melgarejo!, respondió el populacho y años después el individuo se hizo del poder para imponer una brutal dictadura. Catastrófico, estamos retrocediendo 150 años.