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martes, 9 de junio de 2009

un columnista de La Estrella escribe que Perú ya tiene su Evo. Pizango copia actitudes del orinoqueño y remeda montajes sóviéticos

Está cortado por el mismo patrón que el líder cocalero de Bolivia finalmente elegido presidente de la República andina. Alberto Pizango, presidente de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Amazonía Peruana (AIDESEP), pedía ayer asilo político en la Embajada de Nicaragua en Lima, mientras las autoridades de Perú creían que podría haber huido a Bolivia luego de la que armó, con decenas de policías muertos además de varios indígenas, al cabo de los choques habidos tras los cortes de carreteras y ataques a las tuberías para el transporte de gas y petróleo, en la provincia amazónica de Bagua.

Este Pizango promete más que el propio Evo Morales, que en su carrera a la presidencia de la República de Bolivia sólo sobrepasó ocasionalmente el corte de las carreteras y la ocupación de los caminos que llevan a La Paz y localidades de la parte serrana del país. Con esas y algunas artes revolucionarias, aprendidas todas en los "talleres" de La Habana. Versión de cercanías y remedo cubano de los montajes soviéticos en Moscú para estudiantes universitarios de todo el mundo.

Más allá de lo que pueda ocurrir ahora, en términos de conflicto diplomático entre Perú y Nicaragua, pues tiene su dificultad cierta pasar por refugiado político a un sujeto que tiene sobre sus espaldas la muerte de unas decenas de policías, en un contexto cierto de sedición, habrá pasado por la cabeza de Pizango la idea o el proyecto de llegar en Perú a donde Morales llegó en Bolivia en el 2005, al tumbar el Gobierno de Carlos Mesa, legítima y democráticamente establecido. Pero no parece la de Alán García, el presidente de Perú, piel igual que la de Carlos Mesa. Aunque no sea por otra razón que por la de haber derrotado en las últimas urnas presidenciales peruanas al candidato/emisario de Hugo Chávez, Ollanta Humala.

Este Pizango, que parece haberse hecho un gorro con el jersey de Evo Morales, dará de que hablar y escribir durante una temporada que por ahora es de inescrutable e imprevisible duración, tenido en cuenta la cualidad del paño político del sandinista Daniel Ortega, el penúltimo de los músicos que se incorporó a la orquesta bolivariana del indigenismo castro-populista de Hugo Chávez, y al que este episodio en su embajada en Lima le puede a suponer costes muy significativos. Incluso en el seno de la OEA que ha votado el regreso de Cuba, sin condiciones ni salvedad alguna, y que el régimen de La Habana ha despreciado.

Tampoco las relaciones entre Lima y Caracas van a verse libres de salpicaduras por este grave episodio peruano de armas. Nunca fueron especialmente boyantes desde que Chávez comenzó su deriva totalitaria, especialmente por lo relativo de su patrocinio de Humala en las últimas elecciones presidenciales. Y si tal cabe observar de la relación peruana con Venezuela, tampoco son vientos de cordialidad los que soplan entre Lima y Quito, pues a la conflictividad histórica entre Perú y Ecuador por problemas irresueltos y derivados de los 1.700 kilómetros de frontera que comparten (el último choque armado fue en 1995) se suma ahora el alineamiento chavista de Ecuador desde la llegada al poder de Rafael Correa. De la mano de Chávez y/o Morales, Pizango ha abierto un conflicto posiblemente con más cola que un cometa.