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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Marcelo Ostria afirma que los acuerdos de Cancún van a funcionar por su trascendencia. los agogeros del fracaso soportaron "su soledad..."

Los golpes que da la vida enseñan, pero sólo se aprende cuando hay propósitos de enmienda. De lo contrario, los porrazos serán frecuentes.
Cuando se representa a la nación, no cuenta el capricho de los individuos, por muy encumbrados que sean. Ellos tienen mayor e ineludible responsabilidad. No se les pide infalibilidad, porque no la tienen. Lo que sí se les exige es prudencia, que, cuando falta, puede hacer que se caiga en el aislamiento o en el ridículo.
En los últimos años se presentaron curiosas proposiciones bolivianas en los foros internacionales, como la de cambiar la sede de la Organización de las Naciones Unidas. Otra: se pretendió dar un plazo, es decir, un ultimátum, al nuevo presidente de Estados Unidos (Barack Obama) para que levante el embargo a Cuba y, si no lo hacía, “que los latinoamericanos ‘levanten’ –expulsen– a los embajadores de Washington”. Como sucedió con estos dos casos, en todas las oportunidades en que se presentaron estas ‘audaces’ iniciativas, la respuesta fue el silencio.
Lo grave es cuando hay un empecinamiento ciego. Entonces no hay salidas honrosas y no se reservan proposiciones que, si son sensatas, pueden prosperar en el futuro.
No parece que haya sido exitoso –se dirá que fue ‘digno’– haberse quedado en una inédita minoría en la Cumbre Climática de Cancún: Bolivia sola frente a 192 países. Y sin aliados, es decir, sin el esperado apoyo ‘bolivariano’ de Venezuela, Nicaragua y Ecuador, ni el de Cuba.
En el mundo hay dos centenares de naciones –con seis mil seiscientos millones de personas– que no comparten la tradición andina del culto a la Pachamama, parte de un viejo sincretismo religioso. Era de esperar, entonces, que propuestas sectarias, como las del Gobierno plurinacional, no sean apoyadas. Y así sucedió.
“El buen hacer de la Presidencia mexicana logró finalmente lo que parecía imposible: poner de acuerdo a EEUU, China, Japón, los países africanos y los pequeños Estados-isla en un texto que devolvió el protagonismo a la ONU. Sólo Bolivia se opuso al texto, pero fue aplastada entre aplausos por la presidenta de la cumbre, la canciller mexicana, Patricia Espinosa” (El País, Madrid, 12/12/2010).
Si Bolivia acataba la abrumadora mayoría, esto hubiera pasado casi desapercibido. Pero hubo una oposición majadera al acuerdo, seguida de la amenaza de revertir el acuerdo de los 192 países en una instancia internacional no revelada –¿habrá alguna instancia que pueda obligar a casi la totalidad de los países del mundo a aceptar una propuesta distinta?– y la reacción general a la insistencia fue un nuevo y piadoso silencio.
Los acuerdos alcanzados en Cancún, pese a la singular y cerrada oposición, van a funcionar. No se ha alcanzado el ideal, pero sí un notorio avance. “No es el final, sino un nuevo comienzo”, afirmó la doctora Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (Cmnucc). En esta cumbre se aprobaron los llamados Acuerdos de Cancún, entre ellos, el compromiso de apoyar con 30.000 millones de dólares las acciones sobre cambio climático en los países en desarrollo hasta 2012. Se registró también la intención de recaudar cien mil millones de dólares en fondos de largo plazo para 2020.
Acuerdos de esta magnitud no se pueden parar, menos aún por capricho. Por eso nos queda la amarga soledad que se provocó en Cancún.

* Abogado y diplomático


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