En el cuadro de las cuentas fiscales del país, las luces no son nada halagüeñas, sino premonitorias de tiempos difíciles.
La estabilidad está en apuros. Los egresos ascienden y los ingresos bajan. Todo hace presumir que la producción hidrocarburífera, fuente principal de nuestras reservas monetarias, seguirá en descenso, puesto que el Estado carece de los recursos necesarios para las millonarias inversiones que demanda el sector a fin de producir más, tanto para el mercado interno como internacional. Hasta ahora no llega a los porcentajes deseados la inversión privada en el área. Es que ésta confronta una situación que le supone ausencia total de incentivos para hacerlo.
Baja de forma creciente la capacidad adquisitiva de los salarios e ingresos de la gente común. Las amas de casa vuelven del mercado a sus casas sin poder comprar buena parte de los productos básicos de la canasta familiar. Esta situación genera un ambiente de malestar que estuvo a punto de provocar toda una explosión social y política en El Alto y La Paz, principalmente, cuando el fallido ‘gasolinazo’ del Gobierno empezó a encarecer el transporte y los alimentos.
Es altamente probable que en los primeros meses de este año, a raíz de la cuestión salarial, pasemos a un nuevo y crítico capítulo de la confrontación que vive el país desde hace años. Ciertos gremios exigirán al Gobierno un reajuste mayor al que realmente se puede conceder, en medio de una tremolina signada de huelgas, marchas y bloqueos. Maestros urbanos y rurales, así como mineros y trabajadores del sector salud, ya aparecen en la vanguardia de aprestos en tal dirección.
El futuro inmediato no es nada propicio para que el Gobierno siga en la confrontación, de espaldas al diálogo y la negociación. La situación actual y la que sobrevendrá este año y los que siguen, le emplazará a transar con todos los sectores y no a pelear…
* Abogado y periodista
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