LA 41a. Asamblea General de la OEA, en San Salvador, terminó el martes sin que se concretara el escenario más complejo para la diplomacia chilena: que la delegación de La Paz lograra suficiente apoyo entre los 33 países miembros para que éstos realizaran una votación pronunciándose sobre la aspiración boliviana de un acceso soberano al mar. Esto, en virtud del reciente giro que dio el gobierno de Evo Morales en esta materia, abandonando el diálogo bilateral en torno a la llamada Agenda de 13 Puntos en favor de un intento por multilateralizar la aspiración marítima de su país, llevando su demanda ante los foros internacionales y solicitando a terceros países tomar postura al respecto. En San Salvador, sin embargo, la mayoría de los países que intervino para referirse al planteamiento boliviano se mostró partidaria de mantener el diálogo en el ámbito bilateral, como sostiene Chile.
Con todo, la razón esgrimida por Bolivia para llevar su reclamo a la OEA -que nuestro país no ha entregado una propuesta concreta para una eventual salida al mar- invita a reflexionar sobre la forma en que Chile ha encarado el tema. Si Bolivia aún espera propuestas que incluyan soberanía, pese a que esto ha sido descartado por nuestro país, tal vez sea porque esta definición estratégica no ha sido planteada de manera suficientemente inequívoca.
La relación con el vecino país debe construirse sobre la base de la franqueza y el realismo. Esto requiere hacer ver a Bolivia, sin estridencias pero sin ambigüedades, que pretender la cesión de territorios chilenos con soberanía no tiene destino, pues no existen para ello en Chile condiciones mínimas de viabilidad política y legitimidad. Bolivia, en aras de no mantener encendida una esperanza futil, debe aceptar que esa estrategia no puede fructificar. Con Bolivia no existe un problema fronterizo pendiente, pues el Tratado de Paz y Amistad de 1904 -que el gobierno boliviano busca poner en entredicho- sigue vigente y tiene reconocimiento internacional.
Chile debe ser firme en la defensa de la validez del tratado, como no lo fue suficientemente con Perú cuando éste cuestionó los tratados y declaraciones que fijan el límite marítimo con nuestro país y presentó una demanda ante la Corte Internacional de La Haya. Que el canciller boliviano argumente ahora que la política chilena de "cuerdas separadas" con Perú es un ejemplo de que puede haber diálogo bilateral con Chile al mismo tiempo que su país emplaza al nuestro ante la comunidad internacional, es tanto un recordatorio de lo errónea que ha sido esa política como una clara advertencia de los costos que tendría repetir ese error.
Chile, como dijo el canciller ante la OEA, está dispuesto a hacer esfuerzos para mejorar la calidad del acceso marítimo facilitado a Bolivia, y a estudiar fórmulas de mayor cooperación e integración, como la concesión de terrenos o instalaciones portuarias, entre otras. Ello, por cierto, debe hacerse sin abrir innecesariamente espacios que alimenten en Bolivia expectativas irreales, como dejar entrever la posibilidad de una eventual compensación territorial a cambio de soberanía. En el pasado, las distintas negociaciones que abordaron temas relevantes para ambos países siempre incluyeron elementos que alentaron en Bolivia la expectativa de un cambio de postura de Chile respecto del acceso soberano al mar. Eso generó frustración y una relación llena de altibajos que no sirve a los intereses de nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
evitar insultos u ofensas. ideas para debatir con ideas. los anónimos no se acepten pues es como dialogar con fantasmas. los aportes enriquecen el pensamiento.