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sábado, 24 de septiembre de 2011

Reclama Santa Cruz en su efemérides seguridad jurídica por cuanto tributa, produce, desarrolla merced a su laboriosidad y esfuerzo a punto de ocupar el primer lugar.El Día de SC, Bolivia

Santa Cruz celebra su efeméride cívica desde un sitial de privilegio. Ya no es más el departamento olvidado y atrasado que clamaba de manera permanente su integración al país y la correspondiente atención a sus grandes necesidades. Hoy Santa Cruz puede vanagloriarse -modestia aparte- de ser la locomotora económica que mueve el desarrollo nacional. Ahora puede exigir, con justo derecho, que se le permita afrontar sus propios retos, entre los cuales destaca el de mantener su crecimiento económico y el de seguir mejorando sus ya alentadores indicadores sociales y de desarrollo humano. Asumiendo esta responsabilidad de liderazgo, Santa Cruz se ha erigido en el mejor ejemplo a imitar.

El desempeño productivo del departamento resulta impresionante pese a las grandes dificultades actuales, donde las políticas públicas del nuevo modelo económico nacional restringen la actividad empresarial y desalientan la inversión. Un reciente informe de la Fundación Milenio ha señalado que pese a las oportunidades del entorno y las conocidas fortalezas del desarrollo cruceño, las debilidades pueden acrecentarse y las amenazas del modelo económico actual, a la larga, colocar en serio riesgo el conjunto de los emprendimientos departamentales. En tal sentido, resulta necesario un apoyo estatal que impulse decididamente políticas públicas que acompañen la generación de crecimiento.

Santa Cruz es el departamento que más contribuye al Producto Interno Bruto gracias a su mayor población económicamente activa. Asimismo, genera una mayor recaudación tributaria. Además, produce más del 70 por ciento de los alimentos para el país y es el que más ha avanzado en los indicadores de desarrollo humano. Para mantener este ritmo y seguir beneficiando a los bolivianos, Santa Cruz requiere de apoyo estatal concreto. Este apoyo debe traducirse en ofrecer seguridad jurídica al sector agroindustrial, acceso a créditos blandos con incentivos de tasas bajas de interés, anular las restricciones a las exportaciones, abrir más mercados y dejar de lado la apreciación del tipo de cambio.

Sin duda, conviene dejar sentado que sin seguridad jurídica no hay desarrollo; sin confianza no hay inversión de capitales, y sin inversión no hay crecimiento. Por tal motivo, que el Estado atienda estos factores resulta decisivo para Santa Cruz. Por otra parte, en los últimos años el Gobierno ha generado una fuerte desconfianza del empresariado cruceño en el Estado. Conviene dejar establecido que el camino para recuperar esa confianza no es otro que la construcción conjunta de reglas claras y productivas, una seguridad jurídica sin fisuras que permita el desarrollo de la iniciativa empresarial cruceña, que solo espera que el Estado se anime a dar las señales concretas.

En tal sentido, si la tendencia a la desaceleración del crecimiento cruceño ante las dificultades viene a ser un grave problema estructural que conviene resolver cuanto antes, la celebración de su efeméride encuentra a Santa Cruz ante el desafío de reconocerse como el departamento capaz de superarse a sí mismo, a pesar de los escollos, como siempre lo ha hecho. Para ello, está obligado a aumentar su productividad pese a la adversidad, sin renunciar a su derecho de exigir mayor atención por parte del Estado y condiciones mínimas para seguir aportando al desarrollo del país.

Santa Cruz puede vanagloriarse hoy, -modestia aparte- de ser la locomotora económica que mueve el desarrollo nacional.

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