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martes, 31 de julio de 2012

violencia, corrupción, enriquecimiento galopante, ninguna presidencia, ni todas juntas llegaron a tal nivel. afirma Claudio Ferrufino

Con la toma de la CIDOB, el gobierno ya ha jugado sus cartas. La apuesta es por violencia, corrupción, enriquecimiento ilícito, y un listado más largo que el que tuviera cualquier otra presidencia, todas ellas juntas, antes. Jamás, ni en tiempos de García Meza, se llegó a los niveles actuales.

Pareciera que la carretera destruyendo el TIPNIS será un hecho. Por aire, agua, cualquier medio, evitan que otros participen o informen acerca de su consulta previa. El asunto ya está cocinado y repartido. Hay que esperar la pronta invasión del crimen cocalero a estas tierras, solo el comienzo de algo que va a seguir muy pronto con el Madidi y lo que quede libre de la plaga de la coca en un país que ya no es.

Junto al narcotráfico vienen muertes, secuestros, lo que se pueda imaginar de malo en tierra de nadie. Ya no tenemos una república sino un feudo, reyezuelos que se escudan en lo aprovechable del sistema democrático. Cierto que a nivel internacional la cosa respecto a Bolivia es ya clara, como también a la repugnante mácula del bolivarianismo chavista. 

El New York Times ponía el viernes 27 de julio en primera plana un largo reportaje acerca del flujo de cocaine desde el estado Apure, en Venezuela, hacia Centroamérica principalmente, camino de México y Estados Unidos, con tomas de radar mostrando una gigantesca línea de vuelos-droga desde este lugar que también es tierra de nadie. Lo de “nadie” es a medias, porque estos países pertenecen a los jerarcas de turno que creen con fervor que son suyos, y los destrozan porque cuentan que dado el caso habrá vías de escape hacia la vida lujosa y abominable de los ladrones. Se equivocan, los refugios que hay en el mundo no alcanzarán para borrar sus huellas. Mucho material se está recolectando afuera para el momento preciso. El general Sanabria es un principio, y está lejos de haberse terminado con el premio de catorce años de condena para él.

Lo triste está en mirar la esperanza que venga del exterior. Adentro, el poder va avasallando cada célula, todo espacio, asfixiando, eliminando, amenazando. Pero afuera también hay permisividad. Brasil, a pesar de saber que Bolivia es su mayor problema internacional, porque con la cocaína se está minando su futuro promisorio, calla, concede, permite. Claro que los dudosos intereses de Lula y Lulinha tienen fuerte presencia en el gobierno de “izquierda” de la Rouseff. La pregunta es hasta cuándo. Porque por el momento ni el cáncer está colaborando para deshacerse de los tiranos.

El destrozo que se va a causar es inminente, y quizá no se pueda ya parar. Pero si incluso consideramos el TIPNIS perdido, todavía hay luchas. Para ellos será un gran triunfo que no va a saciar su hambre, aumentarla sí. Hay que tener paciencia de escribas, e ir anotando, nombre por nombre, de dirigente, a diputado, a senador, arriba, y abajo, para no olvidar. Porque todo principio tiene su fin y no en vano los astutos hebreos de hace mucho dijeron que del polvo eres y al polvo has de volver. Y los masistas poca cosa son, aunque se crean mucha, para voltear la historia.

Aquí también hay que redactar, como en la Argentina, un libro Nunca más; lo que sucede no debe repetirse. Asistimos al suicidio de un país, al apoderamiento del trabajo colectivo por un grupo cocalero que es a su vez pelele del narco-capitalismo mundial, que mueve miles de millones de dólares y deja en manos de los mugrosos delincuentes locales una suma irrisoria, que les basta, parece, para dominar supuestamente sin límites esta gran zona de tristeza que llamábamos Bolivia.
 

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