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domingo, 6 de enero de 2013

describe en pocas líneas Los Tiempos y descubre una vez más el método evista de victimizarse y autoexculparse para librarse del problema, esta vez del caso Ostreicher culpando al Imperio el funcionamiento de la red delincuencial. asume la ventaja aunque tarde o temprano la realidad saldrá a flote


NUESTRA PALABRA
La fórmula a la que ha vuelto a recurrir el Primer Mandatario no tiene nada de novedosa. Ha sido aplicada una y otra vez durante los últimos siete años
Un nuevo giro al ya de por sí excesivamente enrevesado caso de la red de abogados extorsionistas ha sido dado por el presidente Morales el pasado viernes durante el acto de inauguración del año judicial 2013 en la ciudad de Sucre. “El imperio convierte el caso extorsión en una agresión netamente política”, dijo Morales, dando así hacia el bloqueo de cualquier investigación que se aproxime a los más estrechos círculos de la cúpula gubernamental.
La fórmula a la que el Primer Mandatario ha vuelto a recurrir es muy sencilla y ha sido ya tantas veces utilizada que es de lo más conocida. Consiste en atribuir todos los males que aquejan al régimen gobernante a una conspiración contra el “proceso de cambio” urdida por la embajada de Estados Unidos y ejecutada por sus servicios de inteligencia —la CIA nunca deja de ser protagonista principal— con el apoyo de unos cuantos “infiltrados” y otros tantos “resentidos”. Los medios de comunicación, que según tal interpretación de los hechos son dóciles instrumentos puestos al servicio del “imperialismo” y del “neoliberalismo”, completan el aparato conspirativo al “manipular la información”.
Siendo así las cosas, lo que da cierta importancia al caso Ostreicher no es que haya puesto en evidencia el funcionamiento de una poderosa red delictiva que operaba desde los más altos niveles jerárquicos de los ministerios de Gobierno, de la Presidencia y de Transparencia, sino que fue “usado cobardemente” por la embajada estadounidense. Siguiendo esa línea de razonamiento, cualquier intento que se haga para profundizar las investigaciones y develar el verdadero origen y la real magnitud de la red extorsiva, podrá ser visto como un acto de complicidad con el “imperio” y, por consiguiente, como un acto de traición al “proceso de cambio”.
La fórmula a la que una vez más ha recurrido el Primer Mandatario no tiene nada de novedosa. Ha sido aplicada una y otra vez durante los últimos siete años y es también muy utilizada en otros países por gobiernos que se ven en dificultades a la hora de afrontar ante la ciudadanía sus propias flaquezas. 
Si esa fórmula, pese a lo sencilla que es y a la falsedad de sus argumentos, sigue siendo empleada tan frecuentemente, es sin duda porque no por desgastada deja de ser útil. Y es así porque los dos ingredientes que la componen, la autoexculpación y el victimismo siguen siendo dos de los más populares recursos de la psicología individual y colectiva para liberarse de las propias culpas transfiriéndolas a factores externos, ajenos a la voluntad y capacidad de acción de quien, por negarse a asumir sus responsabilidades, se regodea en la condición de víctima.
Es probable que esa forma de eludir la realidad con sus correspondientes dificultades tenga éxito una vez más y resulte sicológica y políticamente muy útil a quienes recurren a ella con la esperanza de librarse de la penosa tarea de afrontar los problemas y sus consecuencias. Sin embargo, como también lo ha demostrado la experiencia, esas ventajas son de corta duración. Y tarde o temprano, más allá del alivio inmediato, la terca realidad siempre termina imponiéndose.

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