Se debe lamentar, una vez más, las agresiones verbales de nuestros primeros mandatarios cuando se refieren a los líderes de la oposición. Llega a tales extremos esta actitud que, salvo a los adláteres más insensatos, provoca un justificado rechazo en la ciudadanía.
Es que, por un lado, todos los insultos y agresiones no tienen sustento alguno; por el otro, muestran que ya no hay capacidad para debatir porque se les va acabando la retórica, lo que los impulsa a descalificar al adversario en forma permanente.
Además de que es posible presumir que esta actitud no les genera adeptos (como seguramente pretenden hacerles creer sus áulicos), tiene una consecuencia que es de esperar que no sea un deseo oculto de quienes profieren los insultos: degradan la noción de la política entre la población, particularmente entre los jóvenes, que aprenden estas actitudes y no será raro que las emulen en desmedro de las sanas relaciones sociales y humanas.
Es, en consecuencia, pertinente exhortar a elevar el nivel del debate dando prioridad a los argumentos razonados antes que a los insultos en la legítima confrontación política, más aún si las autoridades han decidido impulsar una demasiado adelantada campaña electoral en busca de la “re reelección”.
Además, se debe comprender de una buena vez por todas que quien no piensa como uno no necesariamente es un enemigo. No hay nada más creador que el disenso porque éste permite avanzar en forma democrática. Lo contrario es autoritarismo puro que no se compadece, obviamente, de la dignidad del ser humano.
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evitar insultos u ofensas. ideas para debatir con ideas. los anónimos no se acepten pues es como dialogar con fantasmas. los aportes enriquecen el pensamiento.