CRIMEN QUE ATERRA
LINCHAMIENTO EN EL CHAPARE CLAMAN JUSTICIA
SE ESTÁ CONVIRTIENDO EN UNA DIÁBOLICA RUTINA SANGRIENTA
Se repiten. (valiente. oportuno. expresivo editorial del diario OPINION de Cbba.)
Lo grave es que los linchamientos, a fuerza de su repetición, están formando parte de un problema estructural lo que deviene por la lógica del mismo en soluciones complejas.
Lo grave es que los linchamientos, a fuerza de su repetición, están formando parte de un problema estructural lo que deviene por la lógica del mismo en soluciones complejas.
Resulta difícil a estas alturas de los hechos violentos que se cometen casi de manera periódica establecer el número de linchamientos en diferentes poblaciones rurales e incluso en sectores urbanos de Cochabamba.
Desgraciadamente, esta práctica que adoptan algunos grupos de vecinos y de pobladores se ha extendido casi de manera imperceptible y de uno que otro hecho aislado, de una u otra paliza o tortura física infringida a presuntos ladrones, se ha pasado a una serie de acciones criminales bárbaras, donde la racionalidad ha sido relegada por el instinto de venganza y de un castigo a manos de la turba, instigada casi siempre, por gente que pierde el sentido de las proporciones.
El reciente caso acontecido en la localidad de Ichoa, Entre Ríos, a cinco horas de viaje de la ciudad de Cochabamba, donde dos hombres fueron brutalmente golpeados atados de manos y pies, rociados con gasolina y quemados vivos, es otro caso que paralogiza y aterra al conjunto de la sociedad cochabambina, que observa estos hechos en la impotencia de saber que la sucesión de los mismos se convierte en una especie de costumbre, ante también, la laxitud de los mecanismos policiales y judiciales para poner freno a dichas acciones.
La Policía resulta ineficiente ante la turba que decide el asesinato colectivo de personas presuntamente delincuentes y que son condenadas a la tortura y a la muerte inmediata. La intervención policial es nula y en ese triste papel lo que le queda es dar cuenta de lo acontecido con detalles más o menos cercanos a la realidad. En el plano de la justicia ningún caso de linchamiento ha prosperado incluso en la denuncia ante el Ministerio Público porque el denominado código de silencio se impone entre los pobladores que participaron u observaron el acto bárbaro.
En medio de este panorama quienes instigan o participan, casi siempre, afirman a media voz que los actos que se perpetran tienen su origen en la falta de seguridad ciudadana, culpan a la justicia porque no actúa con prontitud en contra los delincuentes y aún más subyace la equivocada creencia de que con el ajusticiamiento de los presuntos antisociales, se está aplicando la justicia comunitaria o indígena, lo que no tiene nada que ver con tan terribles crímenes que se cometen, pues los linchamientos están unidos a prácticas foráneas de tomar la justicia por propia mano.
Lo cierto es que estamos ante nuevos casos, ante nuevas situaciones que si se analizaran con cuidado, por lo menos en el caso de Cochabamba, resultan recurrentes por lo menos en lo que va del año, en poblaciones del Chapare. Hoy fue en la localidad de Entre Ríos, hace poco en Ivirgarzama donde también se prendió fuego a seis presuntos delincuentes que se hacían pasar por policías. En Entre Ríos, se acusaba a los dos hombres de pretender robar una moto.
Lo grave de toda esta situación es que los linchamientos, a fuerza de su repetición, están formando parte de un problema estructural lo que seguramente deviene por la lógica del mismo en soluciones complejas. Un informe de la Defensoría del Pueblo señalaba que las causas tienen que ver con la crisis del sistema judicial y el estado de indefensión de los ciudadanos frente al delito y la inseguridad. Naciones Unidas advertía hace algunos meses que la escasa o nula representatividad de la justicia en muchas áreas del país y que la falta de investigación de estos crímenes colectivos, hace que se reproduzcan. Estamos ante una situación extrema.
Desgraciadamente, esta práctica que adoptan algunos grupos de vecinos y de pobladores se ha extendido casi de manera imperceptible y de uno que otro hecho aislado, de una u otra paliza o tortura física infringida a presuntos ladrones, se ha pasado a una serie de acciones criminales bárbaras, donde la racionalidad ha sido relegada por el instinto de venganza y de un castigo a manos de la turba, instigada casi siempre, por gente que pierde el sentido de las proporciones.
El reciente caso acontecido en la localidad de Ichoa, Entre Ríos, a cinco horas de viaje de la ciudad de Cochabamba, donde dos hombres fueron brutalmente golpeados atados de manos y pies, rociados con gasolina y quemados vivos, es otro caso que paralogiza y aterra al conjunto de la sociedad cochabambina, que observa estos hechos en la impotencia de saber que la sucesión de los mismos se convierte en una especie de costumbre, ante también, la laxitud de los mecanismos policiales y judiciales para poner freno a dichas acciones.
La Policía resulta ineficiente ante la turba que decide el asesinato colectivo de personas presuntamente delincuentes y que son condenadas a la tortura y a la muerte inmediata. La intervención policial es nula y en ese triste papel lo que le queda es dar cuenta de lo acontecido con detalles más o menos cercanos a la realidad. En el plano de la justicia ningún caso de linchamiento ha prosperado incluso en la denuncia ante el Ministerio Público porque el denominado código de silencio se impone entre los pobladores que participaron u observaron el acto bárbaro.
En medio de este panorama quienes instigan o participan, casi siempre, afirman a media voz que los actos que se perpetran tienen su origen en la falta de seguridad ciudadana, culpan a la justicia porque no actúa con prontitud en contra los delincuentes y aún más subyace la equivocada creencia de que con el ajusticiamiento de los presuntos antisociales, se está aplicando la justicia comunitaria o indígena, lo que no tiene nada que ver con tan terribles crímenes que se cometen, pues los linchamientos están unidos a prácticas foráneas de tomar la justicia por propia mano.
Lo cierto es que estamos ante nuevos casos, ante nuevas situaciones que si se analizaran con cuidado, por lo menos en el caso de Cochabamba, resultan recurrentes por lo menos en lo que va del año, en poblaciones del Chapare. Hoy fue en la localidad de Entre Ríos, hace poco en Ivirgarzama donde también se prendió fuego a seis presuntos delincuentes que se hacían pasar por policías. En Entre Ríos, se acusaba a los dos hombres de pretender robar una moto.
Lo grave de toda esta situación es que los linchamientos, a fuerza de su repetición, están formando parte de un problema estructural lo que seguramente deviene por la lógica del mismo en soluciones complejas. Un informe de la Defensoría del Pueblo señalaba que las causas tienen que ver con la crisis del sistema judicial y el estado de indefensión de los ciudadanos frente al delito y la inseguridad. Naciones Unidas advertía hace algunos meses que la escasa o nula representatividad de la justicia en muchas áreas del país y que la falta de investigación de estos crímenes colectivos, hace que se reproduzcan. Estamos ante una situación extrema.
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