En la escala modesta en la que estamos, Bolivia acaba de entrar en la “era espacial” con el lanzamiento de un satélite propio. Ninguno de sus componentes es de fabricación nacional; el cohete impulsor LM-3BE y el propio satélite son parte de la industria espacial china, pero de todas maneras el país se convierte en la quinta nación latinoamericana (de un total de 20) que tiene su propio satélite después de México, Brasil, Argentina y Venezuela.
Como era de esperar, el Gobierno ha convertido el tema en una cuestión de orgullo nacional e incluso el Presidente ha afirmado que por fin “el pueblo boliviano será liberado de la incomunicación”, lo que es a todas luces una exageración.
Convengamos, sin embargo, que se trata de un salto cualitativo en el ámbito de las telecomunicaciones, que un satélite propio nos permite dar con mucha flexibilidad para desarrollar una cobertura total del territorio nacional. Es posible, de manera independiente, aplicar acciones de conexión satelital en la totalidad del área rural de Bolivia de manera autónoma y con estrategias coordinadas en temas como educación, salud, producción agropecuaria y mejoramientos técnicos globales.
El precio del aparato (lanzadera, estaciones de rastreo, formación de técnicos, etc.) que en un inicio se dijo que era de 350 millones de dólares, parece estar en algo más de 300 millones, sin contar con el alto costo anual de mantenimiento. Cifra sin duda importante pero que en esta hemorragia inusitada de ingresos que recibe el país desde hace un lustro, no se puede calificar como derroche.
Desde el punto de vista del contenido ideológico, el nombre escogido para el satélite marca la dimensión simbólica del proceso político que vivimos. Túpac Katari es la bandera histórica que hace flamear el Gobierno para subrayar el cambio esencial del “nuevo” país, bautizado como Estado Plurinacional. Los indigenistas están de plácemes, sienten que la frase que se le atribuye a Katari (que se atribuye también a otra figura indígena del virreinato del Perú) “volveré y seré millones” transformada en una metáfora inimaginada, se vuelve hoy más realidad que nunca. Bolivia entera estará mucho más vinculada que antes a través de un aparato que lleva el nombre del rebelde de 1781.
El Presidente, como en otras muchas ocasiones, reafirma el éxito de su modelo con golpes de efecto como éste. Lo que los “neoliberales” no hicieron nunca, lo hace el actual Gobierno. Esto y muchas otras cosas más que ni siquiera se podían soñar.
Se trata sin duda de una verdad a medias. Hoy se pueden tomar iniciativas como éstas y encarar un vasto plan de infraestructura y comunicaciones a nivel nacional, porque vivimos literalmente inmersos en una danza de los millones. Nadie hubiese podido prever y menos vaticinar que en el curso de una década el producto interno bruto de Bolivia iba a pasar de 9.500 a 30.000 millones de dólares.
Insinuarlo siquiera era estar en el rango de los ilusos e ignorantes, de los legos en materia económica que hablaban por hablar.
Es esta realidad la que permite que el Presidente tenga un avión de 38 millones de dólares y que el Vicepresidente tenga otro de casi 7 millones, y que se haya mejorado sustancialmente el equipamiento de la FAB con la adquisición de varios helicópteros, y que se invierta un centenar de millones en mejorar nuestros aeropuertos y que se encare la ampliación de la carretera troncal del país (La Paz-Santa Cruz) y un largo etcétera de obras, que son posibles por esta nueva realidad.
Seamos claros. Los logros del actual Gobierno, mayores que los de sus antecesores, no son el resultado de una mirada revolucionaria y popular en contraste con una mirada conservadora y elitista, son el resultado de una disponibilidad y una liquidez que jamás tuvo Gobierno alguno en la historia del país. Hemos repetido hasta la saciedad el porqué, pero vale la pena volverlo a decir. El Presidente puede sentirse orgulloso de que Bolivia cuente con un satélite propio, por el espectacular y sostenido incremento geométrico de los precios internacionales de nuestras materias primas, y por un manejo responsable de la macroeconomía realizado a lo largo de sus casi ocho años de gestión. La comparación con los Gobiernos democráticos anteriores o con cualquier Gobierno es, por todo ello, injusta.
Pero, sería mezquino decir que el satélite Túpac Katari es un dispendio. En el contexto comentado se trata de un avance que hay que celebrar, puede ser un extraordinario instrumento de integración y de mejora de nuestras telecomunicaciones. Es una buena oportunidad además, para que de manera paralela e independiente demos el salto imprescindible de velocidad de transmisión de datos ADSL y adoptemos el sistema LTE para telefonía móvil que nos permita un acceso razonable y realmente liberador de nuestras comunicaciones.
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