Por séptima vez consecutiva, desde que el 22 de enero de 2007 el presidente Evo Morales diera su primer informe a la nación, gran parte de la jornada de ayer ha estado concentrada en la evaluación de la gestión gubernamental. Y como ya es una constante, pues fue característica de todos los mensajes anteriores, el dirigido al país con motivo del octavo año de gestión presidencial tuvo una triple dimensión.
Una, la que tuvo como principal punto de referencia los años previos al ascenso del Movimiento Al Socialismo, a la administración de los intereses de nuestro país. La segunda, concentrada en los resultados obtenidos durante la gestión encabezada por Morales, en la que los informes correspondientes a los últimos doce meses fueron presentados sólo como una parte más de un conjunto más amplio. Y la tercera, a la que esta vez se dedicó más atención que en las oportunidades anteriores, la relativa a la manera como lo hecho hasta ahora se proyecta hacia el porvenir.
Como introducción al acto central de los actos de la fecha –el mensaje presidencial– y tal como también ha sido una constante durante los últimos siete años, de manera breve pero elocuente el Vicepresidente presentó su visión sobre el contexto histórico, los antecedentes y el marco general sobre el que, desde su punto de vista, debe ser comprendido el punto actual en que está el proceso político inaugurado en enero de 2006. Y dejando a cargo del Primer Mandatario los aspectos más concretos, recurriendo al tono más académico que informativo que le es característico, ha ratificado los criterios teóricos que guían y guiarán los próximos pasos gubernamentales.
El mensaje presidencial, en lo fundamental, se ciñó al mismo esquema de años anteriores. Es decir, volvió a desplazar el horizonte temporal de su balance tanto hacia el pasado como hacia el futuro, aunque esta vez, dedicó una parte importante de su atención a aspectos relacionados con el presente, el corto y el mediano plazo.
Pese a ello, no deja de ser cuestionable el hecho de que ocho años después de una gestión presidencial que ya reúne suficientes elementos como para ser en sí misma digna de una evaluación, haya vuelto a ser el 2005 y los años anteriores el principal punto de referencia comparativa, como si lo hecho hasta ahora, con sus aciertos y errores, no fuera ya suficiente objeto de un balance, con una mirada autocrítica incluida. Se diría, a juzgar por ese apego al pasado, que todavía hay cierta inclinación a evitar que los actos gubernamentales más recientes sean evaluados con criterios más inmediatos y, por consiguiente, más verificables.
Muy relacionada con lo anterior está la insistencia en la tediosa repetición de cifras, las que por la manera confusa en que fueron presentadas volvieron a restar brillo a la manera espontánea, y más convincente, con que el Presidente suele exponer las cualidades de su gestión.
No pasó desapercibido, por otra parte, el tono proselitista con miras a las elecciones de octubre próximo, lo que puede ser interpretado como un anuncio de que los próximos meses serán, más que de gestión gubernamental, de intensa campaña electoral. Lo que multiplica la magnitud del desafío que se presenta a quienes desde la oposición tendrán que ofrecer una propuesta alternativa.
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