Afectos de Vargas Llosa
por Cochabamba
Mauricio Aira
En
Cochabamba me sucedió algo maravilloso, es que a los cinco años mi maestro me
enseñó a leer y esto fue lo mejor que me pudo haber pasado. Frase emotiva de Mario Vargas Llosa cuando
recibió en Estocolmo el título de Nobel de Literatura de 2010 y que a los
bolivianos que acompañamos la ceremonia nos llegó a conmover.
Es que
Vargas Llosa a lo largo de su ya larga carrera de escritor, con más de 30
títulos de su autoría es un querendón de Bolivia, por esos 6 años de primeras
letras, en el legendario Colegio La Salle, donde sus compañeritos lo conocieron
y entretuvieron con juegos infantiles propios de la edad, algunos de ellos
viven todavía y recuerdan perfectamente la figura del arequipeño que acompañado
de su madre y abuelo materno, tuvo que vivir una especie de exilio en la ciudad
del Valle, bendecida y fértil donde nada falta, ni pan ni techo, ni aire ni el
buen humor.
En la
primera lectura de La Tía Julia y el Escribidor el narrador describe su
proximidad con Bolivia y aprovecha para puntualizar su relación y matrimonio y
su separación de Julia Urquidi pariente política del autor y la febril
actividad de Raúl Salmón, insigne hombre de radio, político, gran alcalde de la
ciudad de La Paz. Los rasgos “del
escribidor” al que no llega a nombrar coinciden con la personalidad, la forma
de ser y el genio polifacético de Salmón. “Soy levantador” me dijo en más de
una ocasión, pensando yo en un levantador de pesas, me aclaró al notar mis
dudas, “quiero decir que soy madrugador, me levanto temprano para trabajar”.
Repasar las
páginas de esta primera obra de Mario Vargas, es recrear a los personajes a los
que se refiere. En efecto la Tia Julia Urquidi le superaba con 10 años de edad,
detalle sin mayor importancia en una relación apasionada y feliz en los
primeros tiempos. Mujer inteligente para quienes la conocieron ya que no sólo
nació en Cochabamba, sino que vivió muchos años, en la por entonces apacible
Villa de Oropesa, capaz de despertar pasiones y de talante leído y
extrovertido, tuvo el atractivo suficiente para retener a su lado al gran autor
hasta su separación en Francia, tiempo después.
La Academia
Sueca motivó la concesión del Nobel a Vargas Llosa “por su cartografía de las
estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo,
su rebelión y sus derrotas” y por cierto, de la lectura de “La Fiesta del Chivo”
se colige que esto ocurrió al pie de la letra, puesto que el autor documentó la
biografía de Leónidas Trujillo, el sanguinario, cruel y estrambótico “presidente
vitalicio de Santo Domingo”, lo retrató en el apogeo de su poder, cuando
burlando la real voluntad popular era una y otra vez reelegido y cuando dibuja
poco menos que a pincelazos la resistencia de jóvenes, oficiales del ejército y
hasta de católicos militantes a un régimen que perdió todas sus cualidades y se
convirtió en el prototipo del caudillismo de todos los tiempos hasta derrotarle
en riesgosa operación comando que le quitó la vida.
Autor
polifacético tiene comedias, novelas, obras de teatro, poesía y un apreciable
bagaje periodístico por lo robusto de su pensamiento y su infatigable faena a
través de las letras. Al menos tres de
sus obras han sido llevadas al cine.
Entre los
méritos del ilustre visitante que horas más visitará Bolivia, una más de sus
varios periplos por nuestra geografía, está no haber negado nunca su
ascendencia mestiza y criolla, su pertenencia a la clase media y su predilección
por los valores espirituales y cívicos de las sociedades que se rigen por una
Democracia Auténtica. Los medios de Santa Cruz de la Sierra le han dado la
bienvenida, en gesto cortés, sincero y digno, cuando todo indica que es de mal
gusto, endilgar al huésped por sus faltas y de pésima urbanidad, aflorar y
magnificar sus pecados si acaso los tuviese.
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