Bolivia impone su sello en las cumbres internacionales y esa marca se llama frivolidad. De esa forma es que se ha propuesto espiar al presidente norteamericano Barack Obama, dizque por seguridad, cuando el verdadero motivo es la vendetta o cuando menos provocar la risa entre los mandatarios asistentes a la reunión de la CELAC.
Gracias a la ventaja que otorga el ejercicio de la democracia y la libertad de expresión, los mandatarios estadounidenses siempre han sido los más "espiados" del mundo. Fue de esa manera que el pueblo pudo conocer el romance que mantuvo John Kennedy con Marilyn Monroe o el incidente sexual de Bill Clinton con una becaria en la Casa Blanca.
En un plano más serio, tanto la prensa como la justicia estadounidenses accedieron a cada detalle del escándalo de Watergate que obligó a Richard Nixon a renunciar. En aquella ocasión los fiscales tuvieron la libertad de escudriñar a fondo el caso y poner en serios aprietos al hombre más poderoso del planeta. Es más, el sistema judicial creó la figura de un fiscal especial para vigilar exclusivamente el mandato presidencial. Lo hicieron convencidos de que el presidente debe ser primero en cumplir las leyes y no estar sujeto a ningún privilegio especial. La pregunta es: ¿se podría hacer lo mismo en Bolivia?
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