TURBULENCIA EN LA CÚSPIDE
Karen Arauz
Nunca sabes con quién te casas hasta que te divorcias reza el refrán. Es
claro que está referido a que es en las malas cuando la gente luce sus
verdaderos colores y a estas horas hasta los camaleones están adquiriendo un solo
color. El de hormiga parda.
Con seguridad que la semana anterior, pasará a los anales del MOVIMIENTO AL SOCIALISMO,
como su hora más negra, mas, aparentemente no será la única. Claro que eso
depende del cristal con que se lo mire. A
juzgar por las reacciones de los oficialistas, empezando por Evo Morales y terminando
en sujetos como Tupa, es claro que el poder les ha afectado -además- y su daltonismo les hace ver todo sólo como
ellos quisieran que parezca.
Pero como la mayoría no tenemos poder ni para ser dueños del control remoto
de la televisión, gozamos de una muy buena visión y conocemos los colores
verdaderos. Lo que ha pasado con la fuga
del ex-súper y mimado Fiscal Soza -y vaya mala coincidencia- y el juicio al
también consentido zar de la oficina anti-corrupción de la Policía Boliviana
donde se ha develado una grabación que pone toda la carne al asador, hace que éstos sean, probablemente, los mayores
escándalos tanto durante la República
como del novísimo Estado Plurinacional.
Las narco-fotos, el narco- avión- visas chinas- entre varios otros de
similar calibre, y que supusimos era lo
más grave que nos pasaría en materia de escándalo, se ven reducidos a nivel de
anecdotario comparado con lo presente. El facilismo al que recurre el
oficialismo para tratar en vano intento de descalificar ambos despliegues de
trapitos al sol, no hace más que ensanchar el boquete que estos dos torpedos
han ocasionado en la línea de flotación del gobierno masista.
Es indudable que su retórica muy bien aprendida y con los oídos repletos de
los consejos de los expertos en temas de tergiversación como son los cubanos, seremos
testigos de esfuerzos multiplicados en
dádivas para hacer que bajen los decibeles. Con decir que Soza es un delincuente confeso
porque salió del país en vez de quedarse y afrontar las consecuencias de sus
actos, es igual a abrir el paraguas para cruzar un río. El agua está en todas partes y no es
precisamente del cielo de donde cae. Por
supuesto que es un maleante. Pero ya lo era cuando no existía puerta grande a
la que no se le franqueara la entrada.
Hasta su manera de caminar balanceándose, las gafas de sol que usaba, sus
guardias rodeándolo a toda hora y sus aseveraciones contundentes, no dejaba
dudas. Era muy poderoso porque para
nadie fue un secreto que los poderosos así lo decidieron. Tan es así, que
incluso tuvo como abogado a otro mal inclinado de poca monta, que fungía de su
representante en cuanto a recolectar los fondos del cohecho se trataba. Pero
esta actividad rampante, incluido el despliegue mediático que lo rodeaba como
en su época a Al Capone, no es atribuible a sus magníficas dotes de un Fiscal
temido por todos por su severidad y apego a las leyes. Sólo era temido por los perseguidos y
maltratados sospechosos de una conspiración propia de una novela de Edgar Alan
Poe. Es que si siendo oscuro y se tiene todo el poder de respaldo, además, con
semejante carencia de escrúpulos, es lógico que coadyuvara en la neutralización
de los opositores del oriente.
Coincidimos con los oficialistas en que Soza y Ormachea son dos facinerosos.
Pero ellos deberían coincidir con nosotros, en que ellos los criaron y los
alimentaron de cinismo y atropellos.
No mucho menos se puede decir de Fabricio Ormachea. Es que en el afán de que las cosas salgan de
la mejor manera posible, no se repara en detalles. Lo que se exige son
resultados y eso acarrea desprolijidades. Es que hay que darse el tiempo
necesario para saber a quién se le está encomendando las faenas impenetrables.
El problema radica en que es lógico que la gente cuando oye que el rio suena,
sabe que algo trae. No es por nada que sobre todo los afanes de la política,
son presa de rumores. Y si aparece alguien a quien se sabe muy bien enterado
porque para eso ha sido entrenado, las cosas empeoran. Y que alguien le guarde
a uno los secretos ad-eternum cuando hay
tanto de por medio, es un delirio de
soberbia.
Qué impactante sería, que los presuntos implicados dieran un paso al costado
y exigieran que se lleve a cabo una investigación severa, incorruptible e
inmediata. Porque salir de las casillas,
despotricando y llenando de improperios a ambos ídolos caídos, sólo los vuelve
más vulnerables a la suspicacia de la población que suele desconfiar de aquellos
que pierden la compostura con argumentos inadmisibles.
Por los síntomas, es claro que eso
no sucederá. Por lo que la re edición de triunfo en la re re elección, empieza
a tomar el cariz de una quimera. Y ojalá
sólo se tratara de eso. Esta bola de nieve que ha empezado su desenfrenado
camino colina abajo, no sólo ha puesto en entredicho el control y la idoneidad
del gobierno, sino su viabilidad.
Karen Arauz
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