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miércoles, 2 de abril de 2014

Robespierre de barro andino, García Linera la pobre inteligencia convertido en mamotreto de robo y escarnio. fabricamos ídolos inservibles. canciller Papalisa creó marcarón de barco hundido antes de zarpar. Claudio Ferrufino vaticina "nada va a suceder. chiqiticos, raterillos, mientras los Linera, Maduros, Moralitos y Sucos patanes de feria colman sus bolsillo con fruto del botín.

Qué extremo hace falta para desenmascarar al gobierno más corrupto que tuvimos jamás? Ninguno, si de entrada vino así, azuzando el fortalecimiento de los grupos ilegales, a un costo cuyas consecuencias se verán después. ¿Para qué? Nunca para fortalecer una ideología o un sistema social que se manejase de acuerdo a retóricas ya probadas y fracasadas. El falso entarimado montado en Latinoamérica sirvió, y sirve aún en sus estertores, para inventar una nueva clase, burguesía, oligarquía, pero carente de la visión que alguna de las anteriores tuvo de fortalecer un país en aras del porvenir. Maternidad de ricos.

Este fue, y es, el lucro por el lucro, simple y llanamente, capitalismo salvaje en su mejor expresión. Ekekos, achachilas, yatiris, cualquier parafernalia que se utilizase para decorarlo, y, en medio de un pueblo idiota, justificarlo solo pesa como anecdotario. El canciller Choquehuanca, alias Papalisa, creó un ente (Evo Morales) como mascarón de proa de un barco que estaba hundido antes de zarpar. En términos de desarrollo, progreso, ampliación de ideas y recursos, digo, porque en los otros, los monetarios, ha sido el negociado montado más exitoso de la cuasi república y cuasi estado donde a veces bendecimos haber nacido y otras no.

Resulta que ahora el oscuro brazo de la corrupción ha tocado al que en este universo de ciegos se consideraba impoluto, al Robespierre de barro andino, todo lo opuesto al Maximilien que la historia nos ha mostrado: Álvaro García Linera, la pobre inteligencia detrás de un monumental mamotreto de robo y escarnio. Los periodistas se azoran, ¡atiza!, exclaman, cuando lo obvio siempre estuvo. Pasa que los bolivianos no nos cansamos de fabricar ídolos inservibles que nos hagan creer que de algo somos capaces. Sin esfuerzo, claro, porque el esfuerzo significa utilizarnos hasta donde el cansancio no permita ya la fiesta. Eso no podemos hacer, sería como desventrarnos en un sepuku inconcebible para este pueblo sin orgullo. Mejor diseñarnos santos, genios, mentiras y falsías, y revolcarnos en el esputo de la historia porque queremos todo ya y sin sacrificio. Y no me vengan con vainas del pobrecito indio atenazado, torturado, vilipendiado por uno u otro imperialista. Los pueblos con huevos se sobreponen a la mayor miseria con dolor y tesón. A nosotros nos basta el lloriqueo.

Robespierre había sido ladrón entonces. Qué novedad, casi como que los satélites vuelan y el río corre. Que el otro había sido asesino. Vaya con las nuevas que son prehistoria. Pero hay que mantenerlo, conservarlo, porque gente que no se respeta ni se quiere, no ve más lejos que sus narices, que el entorno de supuesta bonanza y riqueza que alcanzan con un autito, una comidita allá, un platito de la tarde acá, una cervecita acullá, todo en diminutivo porque hay que minimizar la tragedia hasta donde nos la creemos lo opuesto. El coro griego entona en este momento de la escena más lloriqueos.
Edipo rey que mata a su madre no una vez sino todos los días, semana tras semana, año tras año, sea comunista o falangista, mestizo, cholo, indio, blanco o negro, detalles sin importancia porque en cualquier nivel de la escala social, mental, boliviana las cosas se manejan igual. Entre empresarios y entre cargadores. Igualito, menudo, ventajoso y travieso. Nunca capaz, nunca inteligente, nunca valiente. Bola de esclavos, leo por ahí. Bola que rueda en ruleta de número único.

Nada va a suceder. En Venezuela idolatran la momia del transgresor por excelencia: Hugo Chávez. Un día colgarán sus despojos como colgaron los de Cromwell que sí era honesto. Estos chiquiticos, raterillos, vivos que encontraron el vellocino de oro en la angustia ciudadana, en su cansancio, su frustración, tienen todavía para un rato, parece. Pero, como en todo, hay catalizadores por emplear. Mientras tanto los Lineras, Maduros, Moralitos, Surcos y demás patanes de feria popular, colman sus bolsillos de botín.

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