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jueves, 19 de marzo de 2015

Ericka Brockmann con claridad muestra lo referente al Fondo Indígena y cómo una consigna partidaria desfigura el rol de la Democracia

De hecho, el caso del Fondo Indígena ha lesionado profundamente la esencia indígena originario campesino que justificó históricamente el ascenso del MAS y su promesa de revertir prácticas corruptas que no habían sido monopolio de su adversario político

El reciente acto interpelatorio realizado por la Asamblea Legislativa Plurinacional a la ministra Nemesia Achacollo ha dejado sabor a poco. La máxima autoridad de Desarrollo Rural y Tierras no dio respuesta a las 15 preguntas formuladas por los interpelantes del oficialismo no permitiendo esclarecer mínimamente el rol y la responsabilidad de la cabeza del directorio del Fondo Indígena ni vislumbrar la redefinición de las políticas que llevaron a la acumulación de tantas irregularidades y fantasmagóricos hechos de corrupción.

En general, todo acto interpelatorio en un Estado que se precie de contar con mecanismos de contrapeso de poder, tiene como objeto final la modificación de políticas que se consideren inadecuadas. Si bien es cierto que el foco de atención, político y mediático se centra en la censura y la eventual renuncia de las autoridades interpeladas, es también cierto que en un sistema presidencial reforzado como el boliviano, difícilmente la “sangre llega al río”, ya que es prerrogativa presidencial ratificar la confianza a su ministro tal como ocurrió en este caso y en otros que conoce nuestra joven historia democrática.

La interpelación debiera sentar las bases de un debate plural sobre un asunto de interés nacional. Es este punto el que desvirtúa la calidad de la interpelación de toda democracia. Resulta que el reglamento de debates de la Asamblea Legislativa ha cerrado el paso a que las minorías se adhieran al pliego interpelatorio, o que presenten el suyo propio en un plazo razonable. En lo hechos, sólo el MAS es el único interpelante y por tanto el único autorizado para tomar la palabra.

Hubiera sido fundamental, escuchar las preguntas y los argumentos de la oposición, e incluso acceder a su transmisión en vivo como ocurría en el pasado a sola petición del bloque minoritario.  En ese entonces, era posible escuchar la fundamentación de ambos bloques como las réplicas de las intervenciones ministeriales. Hoy, la minoría está silenciada, debiendo buscar otros medios y escenarios no institucionales para hacer escuchar su voz y las propuestas de cambio o rectificación de política cuando así lo hace, ya que a veces se reduce a la mera censura y critica.

Hay preguntas que no se hicieron y pocas que ni se respondieron. Hubiera sido interesante investigar cuántos candidatos electos y no electos, tanto a la Asamblea Plurinacional como a las instancias subnacionales del partido oficial del MAS, fueron promotores, receptores de recursos del fondo que sirvieron para catapultarse y lograr el aval de las organizaciones campesinas e indígenas.

Para muchos, el fondo se convirtió en la caja chica de sindicalistas y dirigentes del MAS que son a la vez, juez y parte en el partido, en el fondo y en las organizaciones receptoras de sus recursos. Paradójicamente, éste se habría convertido en fuente paralela de financiamiento político de cuadros del MAS, mientras discursivamente se eludió un debate serio sobre el financiamiento público y el papel del dinero en la actividad política.

El voto de confianza aritmético dado por consigna mayoritaria de la Asamblea a la Ministra no refleja necesariamente la confianza que su desempeño ha generado en la ciudadanía. Y aquí radica el problema de fondo. La discrepancia entre el actuar de una instancia representativa y el requerimiento ético político ciudadano son la base que termina socavando la legitimidad de las instituciones democráticas. De hecho, el caso del Fondo Indígena ha lesionado profundamente la esencia indígena originario campesino que justificó históricamente el ascenso del MAS y su promesa de revertir prácticas corruptas que no habían sido monopolio de su adversario político. Y es que el Ama Sua, Llulla y Qhilla apela a valores colectivos civilizatorios de alcance universal que se construyen social y políticamente.

La autora es psicóloga, cientista política, exparlamentaria

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