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lunes, 28 de diciembre de 2015

mientras el populismo está de salida entre nosotros, en Espana con Podemos está de ingreso al panorama del PODER. alguno como Iglesias aliado a Lula, a Chávez, a los líderes de una izquierda trastrocada está logrando con los viejos trucos de Castro y Maduro enganar al electorado que puede ingresar en la zona de peligro y desarme de sus instituciones como en Venezuela, como en Bolivia.Eduarne Uriarte del ABC, nos lo cuenta.


Una marca de extrema izquierda, Podemos, ha logrado el 20,7% de los votos, más de cinco millones de papeletas y a tan sólo 300.000 del PSOE, y, sin embargo, se ha aceptado como parte de la normalidad democrática. He ahí lo anómalo. La omisión de esa tremenda realidad electoral, el silencio, la ausencia de los titulares de alerta tras la noche electoral, la aceptación de esta estruendosa entrada en el Parlamento de la extrema izquierda populista con su capacidad para condicionar el futuro político de nuestro país.
Desde el domingo por la noche hacemos múltiples cuentas y cábalas sobre las sumas necesarias para que el PP o el PSOE puedan formar gobierno. Analizamos hasta la saciedad la evolución del voto de cada partido, las posibilidades de supervivencia política de los líderes y las perspectivas de la estabilidad de gobierno en España. Pero cuesta encontrar voces de alarma sobre esos más de cinco millones de votos de los castrochavistas españoles. Como si el terremoto sufrido por el sistema democrático no hubiera ocurrido. Como si la ocupación de la izquierda por un partido extremista al que, entre otros, han votado con entusiasmo los proetarras en el País Vasco no supusiera amenaza alguna para el futuro de nuestro país. De ahí que no haya llamadas de alarma en la mayoría de los medios de comunicación españoles, como sí las hubo en Francia y en toda Europa cuando la extrema derecha ganó la primera vuelta de las elecciones regionales. Pero allí nadie blanqueó a los extremistas, ni antes ni durante la campaña electoral, tampoco la derecha, y aquí los han blanqueado, y con entusiasmo.
En España, la anomalía es la normalidad. Tanto es así que una buena parte de la izquierda estaría dispuesta a aliarse con los extremistas para impedir que gobierne el partido ganador. Y si no lo va a hacer, y no creo que lo hagan, no será por el rechazo democrático que le causan las ideas y los objetivos de Podemos, sino por ese resultado electoral penoso que colocaría al PSOE en situación suicida en cualquiera de sus opciones de acuerdo parlamentario. Por los acuerdos a los que debería llegar y por las opciones de hegemonía de la izquierda que eso daría a Podemos.
Cuestionamiento del sistema, vuelco, transición, proclama orgulloso y feliz Pablo Iglesias. Frente a la pasividad mayoritaria, porque Pablo Iglesias es aquí una estrella mediática, un líder admirado y ensalzado por los mismos que abominan de Marine Le Pen. Hasta le llaman moderado, una manera de enmascarar su propia conciencia inquieta de quienes saben perfectamente que ni Iglesias ni Podemos han renunciado a sus ideas comunistas, chavistas, independentistas, anticapitalistas y simpatizantes de movimientos violentos varios. Más allá de su aceptación formal de la democracia, pero eso ya lo ha hecho la extrema derecha europea hace mucho tiempo sin que nadie proclame su moderación.
Por supuesto, mi escepticismo es máximo sobre la capacidad de reacción de nuestra sociedad frente a la anomalía. Para eso es necesaria una revolución en la cultura política de la izquierda moderada que está muy lejos de darse, tanto como el liderazgo de la derecha mediática e intelectual. Un comunista dice que va a regenerar nuestro sistema democrático y eso es normalidad democrática en España.

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