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jueves, 8 de diciembre de 2016

Erika Brockmann se sorprende por la condición que puso Evo para aprobar los proyectos sobre "El agua", que los titulares de gobernaciones y alcaldías estén presentes en el acto de solicitud al Supremo (Evo Morales) llama la atención de la exparlamentaria de relieve "el centralismo y caudillismo" con que se pretende manejar este Derecho.

“Por la importancia del financiamiento, la seriedad y… la metodología del programa Mi agua vigente desde 2011, los proyectos deben ser presentados por los alcaldes al señor presidente del Estado en los eventos convocados para el efecto… asistencia obligatoria… razón por la que sus proyectos son devueltos hasta una próxima convocatoria”. Con estos términos, desde la Presidencia se comunicó a la Alcaldía de La Paz (02/12/13) que sus proyectos de agua se cancelaban por no cumplir con el requisito de la presencia del alcalde en tan importante evento. ¿Qué tal? De solo imaginarme el ritual aprobatorio de estos proyectos me vienen a la memoria escenas de alguna película sobre tiempos jurásicos con un rey benevolente con las peticiones de súbditos y vasallos. Imagen ridícula para estos tiempos ‘posneoliberales’, cibernéticos y donde el agua es un ‘Derecho’, con mayúscula, y no la concesión discrecional del presidente del Estado Plurinacional con autonomías.

Es verdad que los proyectos Mi agua I, II y III fueron y son destinados preferentemente al área rural, hecho que podría justificar el rechazo de la petición de un municipio predominantemente urbano cuyas prerrogativas pasaban por otros mecanismos financieros como el Fondo Nacional de Inversión Productiva y Social, institución cuya imparcialidad política y pluralismo hoy se ponen en duda. Lo que llama la atención no es el retorno al centralismo, sino al personalismo caudillista de esta sui géneris metodología.

La Ley Marco de Autonomías y Descentralización, en su art. 121, define mecanismos de coordinación entre el nivel central del Estado y las entidades autónomas. Es el caso de los consejos de Coordinación Sectorial, cuyo liderazgo institucional debió haberse sentido en situaciones críticas como la experimentada en La Paz, en el lago Poopó, etc. Consejos con autoridad, en lugar de un gabinete de emergencia presidido por quien concibe todo como “un teatro de operaciones de guerra”.

El nuevo centralismo paraliza el fluir de las autonomías y el fortalecimiento institucional. No tiene que ver con el repunte de una vigorosa burocracia central, sino con la concentración personalísima del poder presidencial y un entorno dócil, cuyos miembros perdieron la capacidad analítica que algún momento osaron ostentar. Así como la súbita escasez de agua induce a modificar malos hábitos de consumo, sería ideal que los gobernantes opten por cambiar súbitamente los suyos. Sería también bueno erradicar de las redes sociales los adjetivos racistas con los que se increpa al presidente, en lugar de interpelar los métodos anacrónicos por él utilizados y cuyo uso y abuso no debieran dar lugar a la insólita y frecuente respuesta de no “haber sabido nada”

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