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sábado, 3 de diciembre de 2016

padre Roberto, un gran abrazo. me sumo al homenaje de Lupe Cajías, a un sacerdote heroico, oblato de M.I. valiente, apostólico, le ha puesto su alma, vida y corazón para que Pio XII no muera en Siglo XX. sin su aporte no habría emisora católica. sacrificado siempre soporta lo inhóspito del clima montañoso, persevera allí donde pasé 5 años de mi existencia.

Roberto Durette, una vida de lucha


Hay periodistas que luchan un día y son valiosos; hay otros que luchan de vez en cuando y aportan mucho; algunos dedican trabajo y vida cotidiana a la defensa de la libertad. Solo un puñado sacrifica su oportunidad sobre esta tierra para entregarla a los desheredados, a los más pobres entre los pobres, a los paisajes más tristes y más inhóspitos. Ni su patria original ni su familia, ni su salud los aleja del compromiso.

Ahí está Roberto Durette, a quien los círculos citadinos ignoran. Sin embargo, él es el mejor de todos con medio siglo dedicado a los mineros y a los indígenas del histórico núcleo Catavi-Siglo XX-Llallagua, provincia Bustillos (Potosí).

Nacido en 1935 en Estados Unidos, segundo de una familia de ocho hijos, sintió el llamado del Señor en el colegio y se ordenó de Oblatos María Inmaculada en 1960. Dos años después llegó a Catavi, cuando ya los sacerdotes estaban involucrados en las luchas sociales. Seguir de cerca la agonía y muerte de decenas de enfermos de silicosis que escupían los pulmones en el hospital de la Corporación Minera de Bolivia marcó para siempre su adhesión a los proletarios.

Después de un par de años en Cochabamba volvió a Llallagua en los críticos momentos de la dictadura de René Barrientos, ya vinculado a Radio Pío XII junto al padre Gustavo. Después de la movilización proletaria de 1975, los militares ocuparon la zona y cerraron la emisora creada en 1959. Algunos curas opinaban que era mejor cerrarla y otros la defendían por ser su obra más importante; fue Roberto el que se ofreció para dirigirla en medio de la represión.

‘La Pío’ estuvo en los momentos más significativos tanto de las batallas mineras como las de los campesinos de los combativos ayllus aimaras. Roberto apoyó la difusión y la denuncia de los atropellos contra el pueblo y por ello padeció sucesivos cierres de la emisora, y hasta la destrucción de los transmisores.

A fines de 1977 fueron los oblatos del campamento los que alentaron a las mujeres para el inicio de la histórica huelga de hambre para recuperar la democracia y Gustavo se encargó de la logística. La radio fue la última en ser callada después de una semana de resistencia al golpe de 1980. Se quedó junto a los pocos obreros que dejó la relocalización y en la democracia mantuvo su voz alternativa.

Fumador empedernido, octogenario, sigue alentando la prensa al servicio del ‘bien común’, de la fraternidad, del Evangelio vivo

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