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sábado, 16 de junio de 2007

La libertad de prensa y la dimensión parcial del poder

Edwin Tapia con la precisión de pensamiento que le es característica analiza la libertad de prensa, frente a ciertos intentos de "seguidores del oficialismo" que siendo más papistas que el papa, pretenden acallar al periodismo y a los periodistas independientes que tienen la hidalguía de opinar de modo diferente.

Edwin Tapia Frontanilla

La libertad es un concepto universal, se da en relación con todos los seres humanos. Obviamente, cada persona, goza de ese derecho en la proyección de su propia individualidad, compatibilizada con la libertad de los demás. Esto quiere decir armonía y equilibrio. No hay libertad cuando alguien o un grupo toma más que el resto de las personas. Los desequilibrios y las desigualdades convierten la libertad de los que mandan o dominan en privilegio ilimitado y la de los de abajo en quimera, ficción o engaño.La libertad de prensa, se refiere a la libertad de pensar y de expresar ese pensamiento sin restricción alguna. Siendo tal manifestación, un acontecimiento social, se autolimita en la interacción equilibrada con los demás. Nadie puede decir lo que le de la gana sin correr el riesgo de una reacción individual o colectiva equivalente. Estamos hablando, más que de una prerrogativa, de un grado de evolución. La gente es libre, no sólo en la proyección de sus necesidades, sino en la purificación de su ser respecto de las impurezas de su pasado instintivo.La libertad de prensa que parece un privilegio sólo para periodistas o propietarios de medios de comunicación, en su dimensión auténtica es para todos. No hay ningún principio, norma o interés colectivo que impida a la gente pensar y hablar libremente. Lo que perturba, limita o deforma esta libertad, como las otras libertades, es el conjunto de medios materiales de que dispone cada persona para ejercerla. Aquí es inevitable una pregunta: ¿Qué sentido o significación tiene la libertad de prensa para el que no tiene prensa, canal de televisión o radio transmisor?La imposibilidad material a que hemos llegado al reflexionar respecto de la naturaleza y extensión de la libertad de prensa, nos traslada a otro campo, donde encontramos al poder nacional constituido y a los propietarios de los medios de comunicación. Salvando diferencias sustanciales, ambas entidades, en la lógica de su propia naturaleza, se extienden hasta donde alguna estructura intermedia o similar las limita. El Gobierno, como ya hemos dicho alguna vez, no es sino una parte del Estado. Es una síntesis de las contradicciones sociales, como tal su naturaleza, es inevitablemente expansiva y violenta. No podría existir sin imponer su voluntad a la sociedad. Gobernar, es ante todo poner a los demás en la disyuntiva de obedecer o sufrir las consecuencias de su desobediencia. En una proyección supuestamente racional, quizá puede ser la vigencia de un proyecto histórico referido al progreso de la comunidad.El poder es una dinámica dominadora, de otro modo no sería poder. La fuerza, el dinero o el conocimiento se convierten en poder cuando alguien los utiliza para imponer su voluntad a los demás, en esa proyección no admite nada que obstaculice o limite su vigencia. Los medios de comunicación al develar el contenido, casi siempre arbitrario, del orden dominante, resultan un obstáculo, un límite para el imperio, supuestamente legítimo, de la violencia legalizada. Muy pocos gobiernos, quizá ninguno vive en paz con los medios de comunicación.Cuando no es la fuerza descarnada, el gobierno que dispone de dinero, de puestos de trabajo, de medios imperceptibles de adulación y amedrentamiento, utiliza todo lo que está, legalmente, a su alcance para ahogar a quienes se resisten a su dominio y fortalecer la incondicionalidad o la sumisión manifiestas en acciones públicas disfrazadas.En ámbito de la naturaleza política del Estado, los grupos o corrientes que toman el poder, ideológicamente hablando, lo hacen con un discurso monoideológico y ya en posesión de los niveles de decisión son parciales, se universalizan sólo por el carácter obligatorio de sus decisiones. Entonces, cuando tienen que hacer conocer lo que hacen, presumen que es lo mejor. Nunca informan, hacen propaganda. La diferencia está en que, en el primer caso, es obligación demostrar lo que realmente sucedió mostrando datos, documentos, antecedentes verificables, en el segundo, el contenido subjetivo es dominante, los representantes del oficialismo dicen lo que ellos quisieran que entienda y piense la gente.Los efectos sociales de esa indoctrinación, no sólo anulan la capacidad de discriminar y el derecho de seleccionar de la gente, sino, como todo mecanismo de represión, la humillan y postergan. La ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas no pudo resistir la dramática y esperanzadora explosión de los medios informativos. Los recursos de que disponía le permitían prohibir y en su caso impedir el ingreso de corrientes disidentes, de factores productivos, así como la libre circulación de las personas, pero lo que no pudo fue evitar la extensión, casi mágica, de la voz y de la imagen mediante la televisión y la radio. Lo que ocasionó la caída de la URSS, no fue la potencia militar del imperialismo ni la salvaje arremetida de occidente, sino su imposibilidad de ofrecer las condiciones necesarias para que la ciencia y la tecnología cumplan su función, tanto en los procesos productivos como en la formación de las instituciones públicas y privadas.No se trata de anular o desconocer el derecho de los gobiernos a instalar sus propios medios de comunicación. Sería una quimera ingenua decir a condición de que digan la verdad, el gobierno tiene su verdad y la difunde y sostiene, primero con su capacidad persuasiva y después con la fuerza de compulsión de que dispone. El peligro está en anular la pluralidad inherente a la sociedad humana. Como se sabe el costo de las cosas y en dimensión trascendente de la cultura liberadora, está en función de las opciones, cuando hay varias alternativas, la gente escoge lo que más conviene y al precio más bajo. Anulada la pluralidad, los dominantes imponen sus ideas, su sentido estético, sus hábitos y costumbres, cercenan el espíritu del pueblo, con mayor crueldad y persistencia respecto de los débiles y de los desamparados.Los regímenes con pretensiones totalitarias no soportan la crítica ni la posibilidad de alternativas superiores. Absolutos e intocables, creen que todo medio de comunicación que investiga e informa es subversivo. El análisis, la crítica y el comentario, les parece un atrevimiento intolerable. A pesar de todo lo que digan, la unidimensionalidad en política, es represiva, antihistórica y consecuentemente derechista. Todo lo que es ajeno a la libertad, a la justicia, al progreso solidariamente distribuido, es reaccionario.