Coca la manzana de la discordia
Mauricio Aira
La hoja de coca es sin duda la causa del problema en El Chapare porque privilegiar su tratamiento frente al palmito, la piña, el plátano, la pimienta y frutas de toda clase hace que los cocaleros se estrellen contra pequeños productores que en base al esfuerzo y la dedicación han cimentado y fortalecido una actividad agroindustrial que es motivo de la envidia y se podría decir del odio de los cultores de la hoja que la prefieren sobre todo otro producto.
“Para cuando se termine la coca, queremos producir lácteos” fue el pedido unánime y dramático que los misioneros de Escandinavia recibieron en la década de los 80 por lo que transfirieron la inquietud de los chapareños a Gotemburgo. “Yo conozco una cooperativa que está renovando equipo talvez nos hagan una donación” y en efecto el misionero Jean-Erick Mårtensson acudió a Milka la cooperativa finlandesa que a la primera palabra respondió que sí, entregarían todo lo necesario para montar otra Milka en El Chapare y que los misioneros obtengan los recursos para el transporte y el montaje en Bolivia. De aquel episodio nació el Proyecto que NNUU rubricó AD/BOL/88/415 y que significó la participación de Suecia, Naciones Unidas y el Gobierno de Bolivia con el desenbolso de cerca de cuatro millones de dólares y que hoy está convertido en chatarra y sus instalaciones en un semiabandono aunque se mantienen en pie.
Lo sucedido con Milka significó el primer ejemplo del proceder de las mafias de la coca-cocaína que asustados por la reducción de los cultivos ilícitos según la acometida de gobiernos anteriores al de Morales que se habían propuesto erradicar las plantaciones de coca como la forma más práctica y seria de combatir la producción de la cocaína, decidieron restarle todo espacio a lo alternativo y persistir en la producción de la hoja de coca aún a sabiendas que está destinada a la fabricación de la cocaína.
Cuando en ejecución de convenios libremente pactados la Comunidad Internacional puso en marcha programas destinados a sustituír la coca se pudo advertir un éxito progresivo como con el plátano que se exportó durante un par de años a Córdova y se abrían los mercados de Chile y Perú. Estados Unidos tomó la iniciativa y trasladó expertos y recursos hasta El Chapare en una tarea sostenida y laboriosa que contó con la entusiasta participación de los mismos chapareños a pesar de los recelos y el descontento que se volvó en abierta oposición de los cocaleros que han logrado su meta de expulsar a los funcionarios, exactamente como en su momento lo hicieron con los pocos escandinavos que movían la planta industrial de Ivirgarzama, dejando en la calle sin trabajo a la mayoría de los operadores de la actividad productiva que son bolivianos. O sea unos chapareños (los cocaleros) enemigos de otros (los pequeños productores) que estaban enriqueciendo la economía nacional, construyendo y mejorando caminos, obras comunales, conservación de áreas protegidas como los parques Carrasco e Isiboro-Sécure, el turismo que está repuntando para beneficio de hoteles, restaurantes, atracciones propias que han florecido en toda la región.
Para los cocaleros la salida de la agencia norteamerica USAID para el desarrollo del Chapare puede considerarse un triunfo, mientras para los empresarios y agricultores que viven de su trabajo es una derrota. Es posible que reine entre los últimos un gran descontento y que la salida de los programas alternativos provoque malestar por el grave daño económico inferido. La burda acusación de “estar los de Usaid en afanes conspirativos” es tan sólo el pretexto para continuar sembrando coca y produciendo cocaína sin control, sin testigos, sin el estorbo de proyectos que para los cocaleros “son los ojos y oídos del Imperio”.
Al mostrar los dirigentes cocaleros el resultado de la expulsión de USAID no dicen que el 90% de los trabajadores de los proyectos son bolivianos entre técnicos, ingenieros agrónomos, obreros especializados, planiificadores, extensionistas, etc., que el personal propiamente norteamericano no pasa de unos pocos porque en el transcurso del tiempo que llevan vigentes los programas más de 80 proyectos en total, los consultores norteamericanos han ido cediendo plazas laborales a nuestros compatriotas.
El tema viene siendo utilizado de nuevo en forma demagógica y en favor de la producción de las hojas de coca que deriva hacia la producción de cocaína y su exportación tanto a los mercados del norte como los de Europa. Lamentable que los medios no se hubieran ocupado hasta ahora de desmenuzar el contenido y la extensión de los proyectos y dar cifras sobre el número de funcionarios de cada uno de ellos y los ingresos que significan para sus familias que recibían sagradamente sus salarios, que para más de un cocalero “son pichangas” aunque signifiquen el pan de cada día de esos hogares. No ha concluído el debate y con el regreso del Embajador Estadounidense es posible que nos depare algunas sorpresas.