(A los muertos de La Calancha) Todos nuestros muertos, caídos en la injusta lucha del poder por el poder están ahora clamando desde La Calancha, y a vuelo de pájaro, hagamos un recuento de los que el Gobierno desconoce o pretende descartar que sean tomados en cuenta y menos investigados.
Los muertos de Huanuni (mineros asesinados por el Ejército). De Cochabamba( en el cerco del 11 de enero de 2007 por regantes y cocaleros bajo las órdenes del gobierno en un intento por destituir al prefecto Reyes Villa). De La Calancha en Sucre (tres jóvenes asesinados el 23 de noviembre de 2007 cuando el Ejército y milicias del MAS aprobaron con uso de la violencia el texto constitucional masista). Los muertos de las filas cívicas de Porvenir- Pando, 11 de septiembre de 2008.
A estos muertos negados por el Gobierno, en muchos casos, sorprendentemente se hizo el esfuerzo de elegirles como fecha de su desaparición el día 11, un número que se repite con un valor cabalístico y que se asocia con la caída de las torres gemelas, marcada como la fecha en la que se hirió de muerte al capitalismo.
En todo caso podemos colegir que es en realidad un gran enigma que las muertes que son negadas hayan sido concebidas por autores que las quisieron delegar a la categoría de un hito, de un símbolo que no repara en personas sino en el hecho de suplantar y superponer una marca y emblema de un poder sobre otro.
En el caso de los muertos de Porvenir, el gobierno logró perfeccionar el nuevo estatus de marginamiento en el acto mismo de la muerte. Las bajas de las filas cívicas no existen, son sólo una referencia obligada, pero no tienen fuerza de exigencia de investigación o de demanda de justicia. Los muertos campesinos-reclutados por el MAS y el ministro Quintana, son sin embargo tan gravitantes que sus decesos provocaron la toma de Pando, militarización con muerte de un pastor evangélico, abandonado a 13 horas de cruel agonía, el secuestro y reclusión del prefecto Fernández y de más de una treintena de ciudadanos que seguirán en prisión con procesos manipulados por el Ejecutivo.
Tal es la desigualdad en la muerte, que los campesinos matados en Porvenir provocaron una investigación de la comisión de DD.HH de UNASUR y para ellos en exclusividad se les otorgó a sus decesos la categoría de “masacre y genocidio”.
Por el contrario, las otras muertes son casos archivados por falta de pruebas y no pueden ni por asomo aspirar a la calificación de genocidio ni de masacre porque para el gobierno son muertes inexistentes, borradas y escupidas de la historia que pretenden escribir con el codo.
Nos encontramos con que en la pesadilla de estas mortandades anunciadas con fecha, con cábalas, con epítetos grandilocuentes para unos y olvido y destitución para otros, hay muertos que valen un genocidio y una masacre para levantarlos como banderas izadas y como carteles que anuncian otras muertes que en el registro de los calendarios de la dictadura serán excluidas, subalternizadas, escondidas, no nombradas y por último desaparecidas.
El trato desigual incluso en la muerte es el sello inequívoco de las dictaduras más voraces y carnívoras, situación que inspiró la tragedia griega de Antígona, en la que una mujer se convierte en el emblema de la exigencia de justicia, exigiendo que el cuerpo de su hermano derrotado por el tirano no sea destinado a que lo devoren los carroñeros pues ella lleva hasta su muerte la demanda de una digna sepultura; lo que en el momento actual significaría, esclarecimiento, justicia, investigación y juzgamiento ecuánime de los implicados en la desigual carnicería que se ha llevado a cabo en La Calancha, en Cochabamba y en Pando.
Pero más allá de las decisiones de las tiranías, sabemos que las muertes que no son vengadas se convierten en antorchas, en almas que se quedan a exigir justicia tal como nos dicen los versos de Pablo Neruda:
“Hay cadáveres/hay pies de pegajosa losa fría/hay la muerte en los huesos/como un sonido puro/como un ladrido sin perro/saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas/creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia”.
Y desde este poema podemos decir que el joven Urresty, los mineros, los chicos de La Calancha, los cívicos de Porvenir no desaparecerán, porque la muerte los ha ahondado en las raíces vegetales de los ideales que sobreviven auque el corazón se ahogue.
Neruda anuncia que ellos seguirán, que ellos están con nosotros, que son y serán por siempre nuestras voces, nuestros ojos y nuestros oídos:
“A lo sonoro llega la muerte como un zapato sin pie/ como un traje sin hombre/ llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo/llega a gritar sin boca/ sin lengua, sin garganta/Sin embargo sus pasos suenan y su vestido suena, callado, como un árbol”. (De Centa Reck en hoybolivia)