Es el calificativo que utilizó Ramón Quintana para justificar lo injustificable. A su estilo el señor Quintana trató de convertirse en mártir de los contrabandistas. “Esos depredadores” con los que se reunió en el Palacio y con los que convino la protección debida a cambio de que el voto sea contra el Prefecto de Pando en el referéndum revocatorio y algo más.
Una situación como esta no se realiza sin conocimiento del numero uno. El hermano Presidente tenía que estar al tanto de la operación -contrabando libre– y voto en contra. Pero lo que no le dijeron, puedo pensar, es que además del voto y el financiamiento de los contrabandistas como aporte a la campaña contra el Prefecto es que había un plus.
Desde el Palacio se convino el pase libre. Quizás el número de los camiones convenidos era uno y el resultado final otro. Total en el camino se arregla la carga y cómo el número varió el monto de la colaboración también, ¡todo debe ser cabal casero!
Lo difícil era que 33 camiones pasen sin ser vistos. Uno puede hacerlo como el elefante por la plaza, pero 33 no pues, ni queriendo convertir en ciegos a toda la comunidad circundante. Como el Poder enceguece y el todopoderoso sabe de la cosa se fueron por el camino directo y sin los modales que los neoliberales tenían para estos menesteres.
¡Para eso son masistas carajo! Para demostrar que se puede convertir un contrabando de 33 camiones en apoyo electoral justificado. La revolución cultural no se hace con miramientos éticos, se hace con contrabando, armas, muertos y Prefectos encarcelados.
Así que el grupo palaciego no puede hacer otra cosa que apoyar al Ministro víctima de la insidia derechista, mediática y neoliberal. Que por otra parte no tienen moral para acusar de contrabando a ellos, los íconos de la revolución democrática cultural, socialista y comunitaria. Cuyos principios inscritos en su nueva constitución son “No seas ladrón, no seas mentiroso y no seas flojo” Virtudes de las cuales carecen por completo pero que no se aplican a ellos por estar por encima de Dios.
Lo correcto es que nosotros tristes pecadores, que no podemos ser originarios, ni indígenas y menos campesinos nos contenemos con las explicaciones del Jilacata Quintana y el respaldo de los Mallku: Evo y Álvaro, escogidos por Manko Kapac y Mama Okllo (en realidad es el negro Chávez) a fin de que nos guíen por el camino del Tahuantinsuyo donde la coca dice que pronto todos seremos cocaleros, la única actividad plenamente garantizada por el mercado neoliberal. (el título es nuestro, el artículo de Dante Pino, está publicado en Hoy Bolivia)