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lunes, 25 de mayo de 2009

un gobierno de dioses que pretenden el poder total, desconocer al hombre, adorar a un estado todopoderoso. Dante Pino reflexiona:

Dante N. Pino Archondo
Los humos que se leen

Son señales, esas que se levantan hacía cielo y avisan lo que sucede en las profundidades de la tierra. Los hombres quisieron comunicarse con los dioses, para aprender de ellos y luego para querer ser como ellos. El Poder. Esa es la cuestión.

Cuando mayor Poder tienes, mayor Poder quieres. Es que sólo tener el Palacio resulta poca cosa y si tienes el Legislativo, no basta. Hay que ir más allá, hacía donde otros no se atrevieron, aunque desearon lo mismo. Coparlo todo. Sentir que todo puedes y que nada pone límite a tus ambiciones. Ser el Señor de Señores. El Único.

Y en la historia de la humanidad hubo quienes alcanzaron esta cima del Poder total. Pero ni uno solo de ellos, hicieron uso de ese Poder para engrandecer a sus pueblos, junto con su propia grandeza. Usaron al pueblo para agrandar su Poder. Y terminaron cayendo con estruendo, pero dejando en el camino víctimas, sangre, dolor y amargura.

Son los que se sienten elegidos. Supremos. Y claro no pueden concebir que otros hombres – igual que ellos – quieran disputarles, lo que considera su derecho absoluto. Bandidos molestos, que deben ser destruidos, atacados sin piedad, eliminados en aras de la defensa del Poder. Y no puede haber clemencia para nadie que no se incline reverente ante sus excelencias. ¡Magnicidio! Gritan y gesticulan. No es un simple asesinato, es un ¡magnicidio! Porque los alcanza a ellos. A los Supremos. A las “más altas autoridades”.

¿Cómo quieren matar a los dioses?, ¿cómo se atreven a pensar siquiera en hacerlo?. ¡Castigo sin piedad para esos sacrílegos!. Y entonces hay que tener escudo legal que los proteja. Hay que tener un Decreto Supremo. Como somos. Y con el deben acabar con toda resistencia. Porque los dioses no perdonan, castigan.

Tal el grado de descomposición que tenemos ahora en Bolivia que hemos convertido a un gobierno elegido en las urnas, en un gobierno convertido en dioses por designio supremo. Mientras el silencio obsecuente de los que deberían actuar facilita sus planes.

Se están creando las condiciones para que la clandestinidad se convierta, otra vez, en la casa de los luchadores sociales. La resistencia, solo eso nos queda. Y la denuncia, por supuesto.

Se acercan días de angustia. Las elecciones son el camino que del democrático ayer, se ha convertido en tiranía hoy día. Son la gran farsa, destinada a disfrazar, las más oscuras ambiciones que no conocíamos desde que tumbamos a la última dictadura, que cegó vidas preciosas.