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domingo, 7 de junio de 2009

arrebato del poder, desinstitucionalización, inseguridad, totalitarismo pretenden hacer carne también en Perú. análisis puntual de marcelo gonzáles LT

Ayer se confirmó la muerte de 11 efectivos policiales y ocho nativos peruanos como consecuencia de los enfrentamientos entre indígenas y fuerzas del orden en la ciudad de Bagua Grande, al norte del Perú. Son unos 60 pueblos indígenas originario campesinos movilizados que traen en jaque al gobierno de Alan García hace dos meses.

Estas naciones peruanas han adoptado ciertas medidas de presión, que para la bolivianidad resultan familiares y pandémicas, como son el bloqueo de carreteras o la obstaculización de las operaciones petroleras, que de por sí traen buenos réditos políticos para los provocadores. La esencia tangible de la protesta está ligada con la tierra y el territorio; la destrucción de la “república neoliberal”, la imposición de lo anticapitalista, juicio a “los genocidas” y otras cantaletas perfectamente acuñadas en Bolivia y que ahora son su principal producto de exportación.

Como es ya un procedimiento tácito, ocurridos estos hechos luctuosos, los movimientos sociales han pedido una investigación internacional para desenmarañarlos. Así se procedió exitosamente en Bolivia luego del angustioso octubre de 2003, y sucesivamente hasta que el principal promotor de los desordenes juró como presidente. Es que las ONG peruanas han sido profundamente contagiadas por sus similares bolivianas y ya tienen un proyecto estalinista de largo aliento, que pretende expulsar prematuramente a Alan García de la presidencia, quedando pendiente la asignatura de elegir al personaje egocéntrico que se haga cargo del poder en el Perú.

Si estos acontecimientos negativos han ocurrido en el norte peruano, lo peor está por ocurrir en el sur del Perú. Ahí será donde afloren definitivamente esos sentimientos de simpatía hacia Evo Morales y su “revolución pacífica”, correspondiendo a los indígenas emprender la marcha hacia Lima para protagonizar alguna “guerra a la boliviana”. Para su propio mal y tarde, el “oligarca García” ha descubierto la ambición de Evo Morales por ser representante no sólo del pueblo altoperuano sino de muchos otros bajoperuanos. El grave error de todo este embrollo lo cometió García, al tildar a Morales como un enemigo personal, subestimando el poder de los movimientos étnicos y de las aguas que una multitud de indígenas peruanos están echando en sus pies de barro.

Algo que sí hay que reconocer es que Evo Morales se ha apoderado de un proyecto ancestral afincado en un territorio tangible, conformado por el norte chileno, el sur peruano y el oeste boliviano, y es ahí donde las raíces indígenas envuelven el corazón mismo de la Madre Tierra. Con sólo motivar a esas gentes y poner en sus manos la violencia se ha logrado poner fin a la república boliviana, así mismo se liquidará la república peruana, y más tarde, el poder y el territorio en Chile. El caudillismo andino ha mostrado su mejor expresión como nadie se atrevió en el pasado, y en el Perú los acontecimientos que siguen van por la línea del arrebato de poderes, la desinstitucionalización, la inseguridad y la desjudicialización, el totalitarismo, lo constituyente, lo refundacional, los referendos constitucionales o revocatorios; y otras fatalidades de ficción que se diseñaron a la moda boliviana. El desorden altoperuano ahora ha migrado para regir los destinos del Perú entero. Chile no debería sonreír...  porque sigue.

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