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miércoles, 7 de octubre de 2009

gobierna Bolivia un cesarismo militarista con policías encapuchados y totalmente incondicionales y crueles


El debate político es imprescindible

Mauricio Aira

Ningún dirigente político puede negarse a debatir, menos aún en período electoral. Negarse a ello es simplemente desconocer el rol de la Democracia en la vida política de los pueblos. Cualquier pretexto en contra es simplemente una negación de su condición de tal. Evo Morales en cuanto dirigente de un movimiento político y aspirante a la presidencia de Bolivia está repitiendo el peor error, aunque el pueblo entero advierte que al negarse al debate con otros candidatos, está demostrando su incapacidad y su autrocratismo.

Estamos ante un régimen gobernado por una sola persona con poder total, con la agravante de irse convirtiendo en poder personal despótico y absoluto. Quizá la caracterización más exacta sería la de un cesarismo militarista, fácilmente identificable. En un momento parecía que al existir una nueva Carta Magna el sometimiento de Morales y su cohorte habría podido resultar siendo un hecho, sin embargo no hubo tal. La NCPE no pasa de ser una utopía y que todo lo avanzado hasta hoy se asemeja a un mero intento de alcanzar el ideal. El decomiso de bienes y servicios bajo la simplona disposición de un decreto supremo, no deja de estar amparado por leyes-draconianas, y que el proceso de expropiación mal llamado “nacionalización” o en una compra a precios muy por encima de los del mercado. La institucionalidad, lo constitucional, la democracia son enunciados que no significan nada para el autócrata.

El modelo elegido de autocracia militarista es lo que más se parece al estilo totalitario cubano que involuciona al Estado, lo traslada medio siglo atrás, y como calificó un pensador convierte a Bolivia “en una monarquía de alpargatas con millones de bolivianos sometidos al “incapaz” de Morales. Los años transcurridos han sido de un fracaso al otro, por más que la parafernal maquinaria propagandística del régimen pretenda convencernos de lo contrario. Se desplomó la esperanza, aumentó el descontento, unos bolivianos fueron obligados a divorciarse de otros. La autocracia ha incurrido en un despilfarro impresionante de recursos, y convertido en mandón al Jefe del Estado que alinea a Bolivia entre los más retrógrados del continente, involucrándose en conflictos ajenos, suscribiendo documentos secretos de armamentismo, defensa “mancomunada con Venezuela, con Irán” en qué circunstancias? Nadie lo sabe porque no hay transparencia, predomina el hermetismo, no informa el mandón, nada de nada. La autocracia está destruyendo el aparato productivo, las instituciones democráticas empezando por las judiciales, la ley de la selva está en plena y salvaje vigencia y la represión es fundamentalista enlazada a una camarilla militarizada con encapuchados o pintarrajeados a su incondicional servicio.

No es extraño por ello que renazca un movimiento de indiscutible fortaleza con una consigna clara vivir en paz, ejercitar la conjunción de lo estatal con lo privado, de justicia social para todos, con libertad plena de expresión y de respeto a los trabajadores organizados en un sindicalismo libre. La paz reclamada no es otra que la convivencia, el respeto al oponente, elecciones libres. Recuperar las instituciones tradicionales poniendo en real vigencia la más amplia democracia. En suma parar la autocracia, reconstituir la unidad desterrando el odio, el fanatismo, la intolerancia que está caracterizando la Bolivia de hoy. El mandato unificador no es otro que restablecer la armonía y devolver sus derechos a la sociedad civil.

La ilusión de crear una sociedad justa por medio de los cambios necesarios que habían llevado a Morales al poder, no ha dejado de ser “la ilusión que no va más”, y terminará por sacarlo del poder por cuando las fuerzas demoníacas que ha desatado, se escapan de su control y existe sólo una forma de encausarla y es por la vía de una democracia auténtica sin autarquías ni cesarismos.

Ejemplo actual de cesarismo lo tenemos con Néstor Kirchner que intentó prolongar su hegemonía alternándose con sus parientes en el gobierno, no le valió ningún truco, no ayudó ni siquiera el ejemplo de Bonaparte que en 1851 aplastara a la oposición y convirtióse en emperador autoritario, con el destino final que todos sabemos, la cárcel y el ostracismo . Los Kirchner perdieron las elecciones clausurando por el momento en Argentina la tendencia prorroguista de Chávez y Morales que persiste en Venezuela y Bolivia. La pregunta es única: ¿Hasta cuándo? Un franco debate podría ofrecer respuesta.

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