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viernes, 9 de abril de 2010

un dia como hoy hace ya 68 años en La Paz, Bolivia (editorial Los Tiempos)

Un día como hoy, hace 58 años, se producía en Bolivia uno de los acontecimientos que más profundamente marcó la historia contemporánea de nuestro país. Ese día, el 9 de abril de 1952, el Movimiento Nacionalista Revolucionario encabezó una insurrección popular victoriosa. Logró imponer así por la fuerza de las armas lo que antes había conquistado con la legitimidad de las urnas.

Rememorar lo acontecido en hace ya casi seis décadas es siempre importante, pues ya es bien sabido que nunca están demás las lecciones de la historia. Pero mucho más en tiempos como los actuales cuando las muchas similitudes entre el proceso político que condujo a la “Revolución Nacional” bajo la conducción del MNR y el que hoy es encabezado por el Movimiento al Socialismo, sugieren que algo se puede aprender de tan importante experiencia histórica.

Entonces como ahora, el profundo cambio estructural que se produjo en nuestro país no fue producto de un azar del destino. Fue la culminación de un muy largo proceso durante el que fueron madurando las condiciones para que las estructuras económicas, políticas y sociales sufran un profundo remezón.

La revolución del 52 fue posible porque la demanda colectiva de cambios fue hábilmente interpretada y satisfecha por un conjunto de líderes intelectuales y políticos que supieron ponerse a la altura del desafío que les planteó su país y su tiempo. Se dotaron de un cuerpo ideológico y doctrinario sólido, dieron las respuestas que la gran mayoría de la sociedad esperaba, y construyeron una organización política capaz de llevar a la práctica lo que les decía la teoría. Tal conjunción dio como resultado una exitosa fórmula política que se impuso, con toda legitimidad, en las urnas.

En contrapartida, hubo unas élites adormecidas, insensibles a los sentimientos, resentimientos, ideas y voluntades que maduraban a su alrededor y creyeron que dar la espalda a la historia bastaba para evitar que ésta pase por sobre sus comodidades. Pretendieron detener la avalancha que se les venía encima a través de la violencia, desconociendo la voluntad popular expresada en elecciones democráticas, con lo que cerraron la posibilidad de que el ya inevitable cambio transcurra por vías pacíficas.

La violencia política que una vez desencadenada no se pudo contener y el afán de eliminar cualquier vestigio de oposición, fueron algunas de las peores consecuencias. El MNR, acicateado por la facilidad con que sus adversarios llevaron su resistencia al terreno de las acciones de hecho, se dejó caer en la tentación totalitaria, con lo que se inauguró una época tenebrosa de nuestra historia, con campos de concentración, todo tipo de excesos y abusos y conculcación de los derechos y libertades básicas de las personas.

De poco sirvieron los afanes de las nuevas élites revolucionarias para perpetuarse en el poder. Ni fraudes en las elecciones, ni censura de prensa, ni persecuciones políticas pudieron dar a sus promotores el poder total al que tanto aspiraban.

El país cambió. Tanto, que el actual presidente es uno de los más consumados frutos de esos cambios. Pero a la luz de las enseñanzas de la historia resulta necesario preguntar si a los mismos resultados no podía haberse llegado por medios menos traumáticos.

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