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miércoles, 8 de septiembre de 2010

verborragia, incontinencia verbal, charlatanería, en fin son muchos adjetivos para Evo que no sabe callar. crea graves problemas por su lengua mordaz


La rapidez con la que emite juicios de valor, sin medir las consecuencias, lleva al presidente Evo Morales a cometer errores que, como en el caso de Costa Rica, le obligan a pedir disculpas para borrar agravios. No está mal. Por el contrario, es de caballeros reconocer los errores y pedir disculpas cuando se los comete. Pero ello no evita que, con toda su alta investidura, el Primer Mandatario tenga que pasar por el bochornoso momento de desagraviar por lo dicho. Lo peor es que el primer ciudadano boliviano empaña su imagen al recibir respuestas duras de los afectados, con la difusión internacional que ello conlleva. El de Costa Rica no es el primer caso. Ya hubo algunos, como los muchos contra los Estados Unidos y sus gobernantes o como contra Colombia y su Presidente, o como contra Perú y su Primer Mandatario que, felizmente, fueron superados, con excepción de la potencia mundial, que expulsaron mutuamente a sus embajadores. El Presidente de nuestro país no debe seguir agrediendo verbalmente a países que tienen gobiernos cuya ideología política difiere de la que él profesa. Da la impresión de que el Primer Mandatario quiere que todos los mandatarios de la región piensen como él porque, de lo contrario, los considera adversarios a los que se debe atacar, utilizando la misma modalidad interna. Las afirmaciones del Presidente de que Costa Rica tiene fuerzas armadas y que ellas son las de los Estados Unidos recibió una dura respuesta en términos diplomáticos. Son “desafortunadas declaraciones que desconocen nuestra vocación civilista y revelan una falta de conocimiento de nuestra historia”, dijo la Cancillería del país centroamericano que es una de las mayores democracias de América. A renglón seguido vino el pedido de disculpas del Presidente y su aceptación por parte del Gobierno costarricense. Las relaciones internacionales son muy importantes. No podemos alejarnos de los países ni agredirlos gratuitamente simplemente porque se nos ocurre que detrás de las acciones de los países, gobiernos o presidente criticados están los Estados Unidos y, por lo tanto, son enemigos. Es necesario que antes de emitir algún juicio de valor, un criterio agresivo, especialmente cuando se refiere a otros países, el Jefe de Estado mida las consecuencias de sus aseveraciones. Sus asesores, por su parte, deberían consultar al Presidente qué puntos tocará y qué contenido tendrán sus declaraciones para evitarle que haga algún papel que no condiga con su condición de primer hombre del país. Sin embargo, parecería que los asesores presidenciales se abstienen de hacerle preguntas al Mandatario por el temor a ser mal interpretados y que piense que le están pidiendo cuentas y luego sean considerados disidentes o contestadores del poder, con suerte que después corren éstos. Si los asesores del Gobierno no se arriesgan a corregir al Primer Mandatario y no le advierten sobre las consecuencias que podrían provocar declaraciones inoportunas y agraviantes, deberían, por lo menos, pasarle una hoja con los titulares del periodismo internacional que generan sus desaprensivas declaraciones. Quizás, de esa manera, la prudencia retorne al Palacio presidencial.

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