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jueves, 25 de noviembre de 2010

valioso testimonio que abona la personalidad y entrega total a la causa de Bolivia del obispo Solari. ED.SC


Tito Solari, obispo de una de las más importantes diócesis del país, hizo toda o casi toda su carrera sacerdotal en Bolivia. Destacó por lo fervoroso y profundo de su fe que trasuntaba a través de su palabra clara, cálida y de una sinceridad de verdad sorprendente.
Tuvimos la fortuna de conocerlo a su paso por la diócesis de nuestra Santa Cruz de la Sierra. Y más que la gracia de conocerlo, nos impresionaba la hondura, lo sustancioso, lo altamente espiritual de su prédica que era una apología renovada de la fe católica, del bien, de la caridad, del amor y, en fin, de las exquisitas virtudes jesucristianas.
Mas no sólo su palabra de ministro de Dios pontificaba sobre devociones, virtudes, amor y bondad en general. Con la dureza y la severidad del buen pastor comprometido con su rebaño, apostrofaba el pecado, la miseria espiritual y física, el crimen en todas sus formas, la mezquindad, la insensibilidad frente al dolor y las penas propias y ajenas, las flaquezas, en fin, y los desvaríos en el comportamiento de los conocidos y de los extraños. En suma, que las prédicas del sacerdote Tito siempre fueron, hasta donde tuvimos la suerte de empaparnos de su esencia, un alimento sano y vigoroso para el alma en primer término.
Nunca, a su paso por nuestra diócesis, Solari mereció otra cosa que el reconocimiento pleno de sus bondades, de sus excelencias como pastor. Y por eso, precisamente, su traslado a otra importante diócesis, fue ciertamente sentida y abrió un vacío que gracias a la piedad de Dios, fue llenado con el correr del tiempo.
No le costó a Monseñor Solari abrirse un espacio eminente en su nueva diócesis y ganar a la vez el respeto y el alto aprecio de los feligreses que, de forma elocuente, apreciaron sus dotes y se nutrieron de su verbo. Y allí estaba al servicio de Dios y de la linda comunidad católica a su cargo, siempre grato a los ojos del Padre y de su pueblo cristiano.
Sin duda que, exclusivamente, en su misión de pastor, denunció sobre bases confiables plenamente -tenemos la certeza casi absoluta- la utilización infame de niños en el execrable tráfico de cocaína. Lo menos a su alcance hizo Solari saliendo por los fueros de pequeños vilmente utilizados, y demandando la intervención de los mecanismos de ley a fin de que cumplan con lo suyo. Por tal gesto, grupos descontrolados han demandado la retractación y las excusas del sacerdote o en su defecto, su extrañamiento del país. Más que una condena, tal el sentir de los católicos y muchos otros incluso que no lo son, lo que correspondía era llevar adelante con rapidez una investigación exhaustiva sobre la gravísima denuncia de Monseñor Tito.

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