Hemos ingresado al tercer mes del año y el secreto de las reservas de gas natural no ha sido revelado. Salvo para quienes esconden la cabeza en la arena, la ansiedad en el país crece por saber la verdad. ¿Cuánto gas natural tenemos? Llegamos a 2006 con unos 26 trillones de pies cúbicos de gas natural. Era lo suficiente para una explotación durante 50 años al ritmo actual: 40 millones de metros cúbicos diarios, de los cuales más de la mitad va a Brasil, un poco a la Argentina, unos ocho millones para el consumo interno y cero para termoeléctricas y cero para el Mutún. Eso era en 2006.
Ahora, los más recientes informes no oficiales nos dicen que en realidad tenemos poco más de ocho trillones (billones, en español) de pies cúbicos, que convertidos a metros cúbicos, que es la unidad más conocida por el público, nos da lo suficiente para solamente 15 años de producción, al ritmo actual. Sin Mutún y sin petroquímica y sin aumentar el consumo local, menos de abrir nuevos frentes de exportación.
La tendencia del volumen no oficial de reservas es descendente. Y como no se puede explotar un yacimiento hasta dejarlo vacío, descontamos un 20%–30% y tendremos una producción de gas suficiente para diez a 12 años. Con optimismo.
Por eso crece la angustia por saber oficialmente a cuánto ascienden nuestras reservas de gas natural, el producto que sostiene gran parte de lo que importamos y que permite a las gobernaciones contar con su porción de impuesto sobre los hidrocarburos, lo que a su vez les permite funcionar y realizar obras.
El asunto no es menor, como sugiere la aparente indiferencia de algunas autoridades. Prefieren callar para no diseminar pánico y con la esperanza de que podremos encontrar nuevos yacimientos o ampliar la capacidad actual de producción. El problema es que eso no depende de nuestra voluntad. Los inversionistas no quieren traer su dinero aquí y la capacidad de YPFB es financieramente limitada. Hace dos años, YPFB afirmó con altavoces que Petrobras se había comprometido a invertir 750 millones de dólares en explotación de los campos en los que opera. Que se conozca públicamente, nadie ha informado si esas inversiones tuvieron lugar y en cuáles de los campos ni sus resultados. El Banco Central otorgó a YPFB un crédito de 1.000 millones de dólares. Se desconoce cómo fue empleado.
El gas natural era la piedra fundamental de la política económica del Gobierno —y de sus antecesores—, pues se trata del producto que está arriba en la lista de prioridades para “vivir bien” como sociedad. Los yacimientos fueron nacionalizados con ese propósito. Pero la más reciente nota de la conservadora The Economist sobre Bolivia reitera que fue un aumento de impuestos, que ahora no consiguen cubrir las demandas sociales y mantener los carburantes subsidiados. Ya en 2009 había déficit fiscal, asegura. Brasil proyectaba medio centenar de plantas termoeléctricas, casi todas basadas en el gas natural boliviano, y construir o ayudar a Bolivia a construir varias dentro del territorio boliviano. Era nuestro pasaporte hacia un mundo moderno. Eso era en los tiempos del idilio petrolero entre Bolivia y Brasil, que no existe más. YPFB está en deuda con el país. Hasta ahora, no se ha industrializado ni una sola molécula de gas natural y los empleos que la industrialización iba a generar son hasta ahora ilusiones. Sin gas no hay qué industrializar.
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