Por personales constataciones estábamos convencidos plenamente de que adquirir un arma, cualquiera fuese sus características y fines, era difícil, por no decir directamente imposible, y solo se lo lograba previo engorroso trámite en más de una oficina a cargo de dos o más burócratas plenos y orondos.
Las severas y estrictas limitaciones no concernían únicamente a la compraventa de armas en sí. A la vez había que sortearlas o superarlas en tratándose de la compra de municiones, balas, cartuchos, pólvora, perdigones y otros implementos. En nuestro medio, la afición a la cacería de animales silvestres imponía una serie de obstáculos fiscalizadores que eran imposibles de soslayar.
¿Será que todas las limitaciones que regían para la compraventa de armas de fuego han sido derogadas? ¿Será que en estos tiempos de graves descontroles la compraventa de armas de fuego de todo calibre es tan libre como la adquisición de un paquete de velas, por decir algo graficante? Vale la pena despejar esta duda que agudamente se nos ha metido en la mollera a los ciudadanos en general, sin excepción alguna.
Y como parece que en esta cálida, inmensa y abigarrada Santa Cruz de la Sierra cada vez nos conocemos menos unos y otros, no hay más el sentimiento de familia que otrora nos unió e hizo correr en nuestras venas sangre fraterna, pues allí estamos los autóctonos y los allegados mirándonos con recelos manifiestos y muchos, es lo peor, con un arma que se adquiere hasta en pulperías, bajo el poncho.
Hasta cierto punto, la tenencia de armas tiene poderoso justificativo tomando en cuenta lo peligroso que se hace moverse en medios que, como el nuestro, aparece copado por criminales sin Dios ni ley. Pero a pesar de esta verdad incuestionable, no se podrá concebir nunca la liberalidad que rodea la compraventa de armas de fuego de terrible poder mortífero.
Es preocupante en grados realmente extremos la tenencia de armas en casi todos los hogares de nuestra congestionada y heterogénea, amén de prevenida y justamente alarmada, urbe. Mas, por muy preocupante que sea la sensación de inseguridad pública e irrevocable la determinación de autoprotegerse, el comercio de las armas de fuego no puede aceptarse de ningún modo como si se tratase de la compraventa de velas o cosas por el estilo.
Las severas y estrictas limitaciones no concernían únicamente a la compraventa de armas en sí. A la vez había que sortearlas o superarlas en tratándose de la compra de municiones, balas, cartuchos, pólvora, perdigones y otros implementos. En nuestro medio, la afición a la cacería de animales silvestres imponía una serie de obstáculos fiscalizadores que eran imposibles de soslayar.
¿Será que todas las limitaciones que regían para la compraventa de armas de fuego han sido derogadas? ¿Será que en estos tiempos de graves descontroles la compraventa de armas de fuego de todo calibre es tan libre como la adquisición de un paquete de velas, por decir algo graficante? Vale la pena despejar esta duda que agudamente se nos ha metido en la mollera a los ciudadanos en general, sin excepción alguna.
Y como parece que en esta cálida, inmensa y abigarrada Santa Cruz de la Sierra cada vez nos conocemos menos unos y otros, no hay más el sentimiento de familia que otrora nos unió e hizo correr en nuestras venas sangre fraterna, pues allí estamos los autóctonos y los allegados mirándonos con recelos manifiestos y muchos, es lo peor, con un arma que se adquiere hasta en pulperías, bajo el poncho.
Hasta cierto punto, la tenencia de armas tiene poderoso justificativo tomando en cuenta lo peligroso que se hace moverse en medios que, como el nuestro, aparece copado por criminales sin Dios ni ley. Pero a pesar de esta verdad incuestionable, no se podrá concebir nunca la liberalidad que rodea la compraventa de armas de fuego de terrible poder mortífero.
Es preocupante en grados realmente extremos la tenencia de armas en casi todos los hogares de nuestra congestionada y heterogénea, amén de prevenida y justamente alarmada, urbe. Mas, por muy preocupante que sea la sensación de inseguridad pública e irrevocable la determinación de autoprotegerse, el comercio de las armas de fuego no puede aceptarse de ningún modo como si se tratase de la compraventa de velas o cosas por el estilo.
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