El presidente Morales se ufana todos los días de la dignidad y de la soberanía de su Gobierno. Adopta poses de niño prepotente contra Usaid, contra los indígenas que marchan hacia La Paz e incluso ha llegado a decir que Bolivia no necesita de la cooperación internacional para satisfacer las necesidades de la población. Esa presunta autosuficiencia –que en realidad no pasa del discurso en el plano económico-, tampoco es como se la pinta en el plano político.
La prueba es que otra vez, un operador externo de la talla del expresidente brasileño Lula da Silva, acude al salvataje de Evo Morales, cuya imagen internacional y por supuesto, la interna, están tocando fondo. No es la primera vez que Lula acude en auxilio de su excolega boliviano y tampoco es el único mandatario extranjero que ha hecho este trabajo “bomberil” en los últimos años. Hace un tiempo, Lula apeló a sus mejores dotes de cura confesor para recomendarle públicamente a Evo Morales paciencia y un poco de mesura en su estilo de gobernar. En varias ocasiones tuvo que ser Hugo Chávez, el que acuda a Bolivia para ajustar las clavijas y cuando el Gobierno del MAS se metió en el enredo de la nacionalización de los hidrocarburos, fue también Chávez el que viajó como chaperón de Evo a una cita internacional, donde se suponía que el gobernante brasileño debía cantarle las cuarenta por el maltrato que le aplicó a la petrolera Petrobras.
El Gobierno de Evo Morales ha sido el que más trabajo le ha dado a la Unasur, el brazo operativo del Foro de Sao Paulo, ese club de líderes izquierdistas del que forman parte Lula, Chávez, Cristina Fernández y Rafael Correa. Fue la chilena Michelle Bachelet, al mando de Unasur, la que quitó las papas del fuego el 2008, cuando la crisis política amenazaba con desbordarse en el país y el presidente venezolano no paraba de pregonar que su intención era desatar un Vietnam en Bolivia y por televisión le ordenaba a los comandantes militares nacionales reprimir a la gente en Pando y en Santa Cruz. Emisarios internacionales tuvieron que forzar de alguna manera el diálogo aquella vez, porque la única salida posible que era capaz de generar el oficialismo era la violencia.
Evo Morales se ha comprado avión y ya no usa las naves que le prestaba su amigo venezolano, pero no ha sido capaz de asumir una personalidad propia en la conducción del país, mejor dicho, no ha logrado pasar de la captura del poder al desarrollo de un gobierno con respuestas para la gente. Lula ha llegado al país cuando la crisis con los indígenas se le ha ido de las manos a un régimen que no ha conseguido salir de sus posturas intransigentes. El presidente se enfrasca en que “sí o sí” se va a construir la carretera Villa Tunari-San Ignacio y repite una y otra vez que las demandas de los pueblos originarios son inatendibles. La única reacción que se le ocurre a su gabinete es organizar campañas de desprestigio contra los líderes de la protesta y apelar a la única capacidad que ha desarrollado el régimen en estos años: amedrentar y amenazar.
Ninguna de las “grandes” iniciativas que ha tenido este Gobierno en todo este año le ha salido bien, salvo claro, la legalización de los autos chutos y robados que se llevaron una inmensa tajada de su imagen internacional. En lo único que le va bien es en la promoción de las actividades ilegales, porque en el resto ha tenido que apelar a las disculpas permanentes o, como en este caso, tener que recurrir a Lula para que lo salve.
La prueba es que otra vez, un operador externo de la talla del expresidente brasileño Lula da Silva, acude al salvataje de Evo Morales, cuya imagen internacional y por supuesto, la interna, están tocando fondo. No es la primera vez que Lula acude en auxilio de su excolega boliviano y tampoco es el único mandatario extranjero que ha hecho este trabajo “bomberil” en los últimos años. Hace un tiempo, Lula apeló a sus mejores dotes de cura confesor para recomendarle públicamente a Evo Morales paciencia y un poco de mesura en su estilo de gobernar. En varias ocasiones tuvo que ser Hugo Chávez, el que acuda a Bolivia para ajustar las clavijas y cuando el Gobierno del MAS se metió en el enredo de la nacionalización de los hidrocarburos, fue también Chávez el que viajó como chaperón de Evo a una cita internacional, donde se suponía que el gobernante brasileño debía cantarle las cuarenta por el maltrato que le aplicó a la petrolera Petrobras.
El Gobierno de Evo Morales ha sido el que más trabajo le ha dado a la Unasur, el brazo operativo del Foro de Sao Paulo, ese club de líderes izquierdistas del que forman parte Lula, Chávez, Cristina Fernández y Rafael Correa. Fue la chilena Michelle Bachelet, al mando de Unasur, la que quitó las papas del fuego el 2008, cuando la crisis política amenazaba con desbordarse en el país y el presidente venezolano no paraba de pregonar que su intención era desatar un Vietnam en Bolivia y por televisión le ordenaba a los comandantes militares nacionales reprimir a la gente en Pando y en Santa Cruz. Emisarios internacionales tuvieron que forzar de alguna manera el diálogo aquella vez, porque la única salida posible que era capaz de generar el oficialismo era la violencia.
Evo Morales se ha comprado avión y ya no usa las naves que le prestaba su amigo venezolano, pero no ha sido capaz de asumir una personalidad propia en la conducción del país, mejor dicho, no ha logrado pasar de la captura del poder al desarrollo de un gobierno con respuestas para la gente. Lula ha llegado al país cuando la crisis con los indígenas se le ha ido de las manos a un régimen que no ha conseguido salir de sus posturas intransigentes. El presidente se enfrasca en que “sí o sí” se va a construir la carretera Villa Tunari-San Ignacio y repite una y otra vez que las demandas de los pueblos originarios son inatendibles. La única reacción que se le ocurre a su gabinete es organizar campañas de desprestigio contra los líderes de la protesta y apelar a la única capacidad que ha desarrollado el régimen en estos años: amedrentar y amenazar.
Ninguna de las “grandes” iniciativas que ha tenido este Gobierno en todo este año le ha salido bien, salvo claro, la legalización de los autos chutos y robados que se llevaron una inmensa tajada de su imagen internacional. En lo único que le va bien es en la promoción de las actividades ilegales, porque en el resto ha tenido que apelar a las disculpas permanentes o, como en este caso, tener que recurrir a Lula para que lo salve.
Evo Morales no ha sido capaz de asumir una personalidad propia en la conducción del país, mejor dicho, no ha logrado pasar de la captura del poder al desarrollo de un gobierno con respuestas para la gente. Lula ha llegado al país cuando la crisis con los indígenas se le ha ido de las manos a un régimen que no ha conseguido salir de sus posturas intransigentes. (Editorial de El Día. El título es nuestro)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
evitar insultos u ofensas. ideas para debatir con ideas. los anónimos no se acepten pues es como dialogar con fantasmas. los aportes enriquecen el pensamiento.