Los productores de la coca
Mauricio Aira
Cuesta entender que no obstante los 38 años transcurridos desde el apogeo de la producción de la cocaína en Bolivia, el narcotráfico continúe siendo el fenómeno económico y social con características propias y que condicionan la política boliviana alrededor de los sembradíos del arbusto en Yungas y Chapare cada uno con su destino final claramente definido, al acullico y la cocaína probado como está que el 90% de la hoja no tradicional está dirigida a la fabrica de la droga maldita.
Con gran habilidad y no pocas víctimas la opinion internacional y hasta las organizaciones de DDHH reconocieron a los productores de coca como sujetos de “etnocidio” violencia estructural originada en el modelo neoliberal de persecución destinada a erradicar los cocales militarizando las zonas productoras y “satanizando a los cocaleros”. Conocemos todos que la erradicación violenta pactada entre EEUU que proporcionaba los medios y los gobiernos anteriores a la administración actual, terminaron en un fracaso, es decir al advenir Evo Morales en 2006, el pastel se dio la vuelta. “La erradicación será voluntaria sometida al control social” y cada familia tendrá derecho a producir un “cato de coca” (1.600 metros cuadrados) supuestamente destinado a cubrir el consumo doméstico, lo que no deja de ser demagógico habida cuenta de ser la coca yungueña que se expende en los mercados de El Chapare para el masticado, concluyendo que la producción local está destinada a la producción de la cocaína. Así de claro, así de simple.
Se tiene hoy el trasvase humano de altiplánicos a Chinahota, Villa Tunari, Ivirgarzama, Eterazama, Valle Ivirza, Ichilo esto es la provincia Carrasco que desalojaron quizá sin proponérselo a chiriguanos, tupi guaraníes, guaraníes y guarayos. Algo que se está repitiendo en el Isiboro Sécure donde colonizadores quechuas y aimaras avanzan en territorio de Yuracarés, Trinitarios, Mojeños víctimas de la desestructuración a la que los originarios intentan resistir con la “marcha del TIPNIS” recientemente inaugurada.
Los productores de coca bajaron al trópico de Tiraque, Cliza, Toco, Punata y Sacaba, que logran contaminar a Kollas, Killakas, Arangas, Omasuyos, Pacases convertidos en productores del sulfato base que dará por fruto la droga cristalizada en su fase final. La circunstancia aparecía a finales de los 80 cuando UMOPAR entonces eficientemente auxiliada por la DEA logró desmontar el escenario que al cabo de 30 años se clona casi como un calco, esta vez sin el miedo a la represión de los uniformados de verde y más bien con un Gobierno permisible y anti represivo de los productores.
Los productores recibieron títulos ante la presión del minifundio en Oruro y Potosí, en la despoblada región del Chapare. La hoja de coca ganó fama y mercados de salida por los 60 con el beneficio de tres cosechas por año, de ahí hasta hoy las poblaciones citadas y sus comarcas se transforman en emporios humanos y surgen edificaciones a granel, casas de varios pisos, hoteles, restaurantes, balnearios, se multiplican los caminos vecinales y durante una década se da el florecimiento del llamado “desarrollo alternativo” en que participaron cerca de 15 países con inversiones. Los propietarios de chacos contratan peonada para la recogida y pisoteada de la coca, se da entonces la modalidad “empleador – trabajador” y se crean las Federaciones asumiendo “la autodefensa ante la emergencia político – económico – social” que se convierte, como ha señalado más de un estudioso como “el enemigo del Gobierno al que combatir con ayuda externa”, se había creado lo que Filemón Escóbar nombra como “el instrumento para la toma del poder”. Los productores fundan el Movimiento Al Socialismo, partido político que gana las elecciones en 2005 y toma el poder en enero de 2006, con la decisión de no aceptar “a ningún paramilitar pagado por la DEA, la CIA, la FBE, o los gobiernos burgueses” En pocas palabras: los productores de coca tenían su plan trazado.
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