Dos reuniones internacionales muy importantes se realizaron la semana pasada en América del Sur. La primera convocó en Santiago a una veintena de obispos de Bolivia, Chile y Perú; la segunda se hizo en Caracas entre los cancilleres que integran la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (ALBA). Ambos grupos debían discutir asuntos relacionados con la región, pero tanto en el nivel de la convocatoria como en los temas abordados, la diferencia fue abismal. Es como si hubieran hablado de dos continentes muy distintos.
A la reunión de la ALBA solo asistieron tres cancilleres y faltaron cuatro. Estuvieron los representantes de Bolivia, Venezuela y Ecuador, lo que refleja la gran pérdida de influencia que ha sufrido este grupo de integración surgido a iniciativa del líder venezolano, Hugo Chávez.
La agenda de la cumbre fue acaparada por el tema libio y precisamente el cónclave finalizó con una declaración favorable al dictador Muammar Gaddafi, quien se encuentra prófugo en poder de casi 30 toneladas de oro buscando algún país que le pueda conceder refugio. Los ministros, entre ellos, David Choquehuanca, acordaron no reconocer al Gobierno de transición en Libia y se estrellaron contra la comunidad internacional por haber cooperado en el derrocamiento del tirano norafricano.
También hablaron del narcotráfico, pero mientras que los obispos reunidos en Chile, manifestaron su preocupación por el avance de este problema en la región, en Caracas, a la cabeza de Hugo Chávez, se dedicaron a despotricar contra las nuevas evidencias que implican a varios jerarcas militares venezolanos en el tráfico de drogas y a rechazar los esfuerzos globales para combatir este flagelo, que ha llegado a implicar de manera muy radical a los gobiernos del área, especialmente a los que integran la ALBA. Precisamente, Chávez dijo en la ocasión, que su nombre también figura en una lista negra de Estados Unidos, una reacción muy parecida a la que tuvo hace poco el presidente Evo Morales, al referirse al caso del general René Sanabria, quien se encuentra próximo a revelar los nexos políticos en la exportación de cocaína a Norteamérica.
Los obispos no dieron nombres y tampoco hablaron de casos especiales, solo dijeron que les preocupa que el narcotráfico siga creciendo y amenazando especialmente a la juventud, También indicaron –y esto es lo más preocupante-, que en los últimos tiempos, se observa que el tráfico de drogas “ha estado rebajando el nivel ético de nuestras sociedades”.
Los representantes de las iglesias de los tres países se refirieron a los problemas de la educación; a la grave situación que todavía atraviesan los pueblos originarios; exigieron respuestas más concretas en la lucha contra la pobreza y también discutieron sobre el drama de los migrantes. Los cancilleres de la ALBA prefirieron quedarse en la OTAN, en la ONU y por supuesto, en Libia.
Este desfase de los líderes bolivarianos con la realidad de sus países; la escasa incidencia que han logrado sobre los grandes problemas de la población y sobre todo, la enajenación de los regímenes políticos, que de manera clara se han inclinado por el denominado “narcopopulismo”, ha convertido a los nacientes y prometedores mecanismos de integración en pequeños clubes de amigos sin capacidad de convocatoria. Para el Gobierno boliviano, este debilitamiento de su círculo internacional es una pésima noticia que se suma a la cada vez más pálida imagen del “proceso de cambio” en el contexto planetario.
A la reunión de la ALBA solo asistieron tres cancilleres y faltaron cuatro. Estuvieron los representantes de Bolivia, Venezuela y Ecuador, lo que refleja la gran pérdida de influencia que ha sufrido este grupo de integración surgido a iniciativa del líder venezolano, Hugo Chávez.
La agenda de la cumbre fue acaparada por el tema libio y precisamente el cónclave finalizó con una declaración favorable al dictador Muammar Gaddafi, quien se encuentra prófugo en poder de casi 30 toneladas de oro buscando algún país que le pueda conceder refugio. Los ministros, entre ellos, David Choquehuanca, acordaron no reconocer al Gobierno de transición en Libia y se estrellaron contra la comunidad internacional por haber cooperado en el derrocamiento del tirano norafricano.
También hablaron del narcotráfico, pero mientras que los obispos reunidos en Chile, manifestaron su preocupación por el avance de este problema en la región, en Caracas, a la cabeza de Hugo Chávez, se dedicaron a despotricar contra las nuevas evidencias que implican a varios jerarcas militares venezolanos en el tráfico de drogas y a rechazar los esfuerzos globales para combatir este flagelo, que ha llegado a implicar de manera muy radical a los gobiernos del área, especialmente a los que integran la ALBA. Precisamente, Chávez dijo en la ocasión, que su nombre también figura en una lista negra de Estados Unidos, una reacción muy parecida a la que tuvo hace poco el presidente Evo Morales, al referirse al caso del general René Sanabria, quien se encuentra próximo a revelar los nexos políticos en la exportación de cocaína a Norteamérica.
Los obispos no dieron nombres y tampoco hablaron de casos especiales, solo dijeron que les preocupa que el narcotráfico siga creciendo y amenazando especialmente a la juventud, También indicaron –y esto es lo más preocupante-, que en los últimos tiempos, se observa que el tráfico de drogas “ha estado rebajando el nivel ético de nuestras sociedades”.
Los representantes de las iglesias de los tres países se refirieron a los problemas de la educación; a la grave situación que todavía atraviesan los pueblos originarios; exigieron respuestas más concretas en la lucha contra la pobreza y también discutieron sobre el drama de los migrantes. Los cancilleres de la ALBA prefirieron quedarse en la OTAN, en la ONU y por supuesto, en Libia.
Este desfase de los líderes bolivarianos con la realidad de sus países; la escasa incidencia que han logrado sobre los grandes problemas de la población y sobre todo, la enajenación de los regímenes políticos, que de manera clara se han inclinado por el denominado “narcopopulismo”, ha convertido a los nacientes y prometedores mecanismos de integración en pequeños clubes de amigos sin capacidad de convocatoria. Para el Gobierno boliviano, este debilitamiento de su círculo internacional es una pésima noticia que se suma a la cada vez más pálida imagen del “proceso de cambio” en el contexto planetario.
Los líderes bolivarianos que se han inclinado por el 'narcopopulismo', ha convertido a los prometedores mecanismos de integración en pequeños clubes de amigos sin capacidad de convocatoria.
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