Desde los canales se anunciaba que en horas más llegaría el fin de los tiempos; las profecías señalaban con fatídica precisión que el 21 de diciembre era el acabose apocalíptico del mundo “infame”; reforzaban esa predicción algunas versiones supuestamente científicas que hablaban de un bólido que caería del cielo. Bueno, todo eso en víspera de la Navidad era como echar agua al fuego: al infinito anhelo de paz, un fatalismo trágico de la muerte. Y no pasó nada. Nostradamus otra vez nos ha “mamado”, pudo haber titulado aquel periódico sensacionalista del año 2000.
Mas, pese a la incredulidad, una dramática tensión vibraba en esas 24 horas cruciales del 21 de diciembre. Desde el fondo del corazón muchos clamaban que el cielo diera alguna señal de salvación. El silencio sería como un abandono. Pero no, ¡Él no nos abandonaría jamás! La respuesta vino al día siguiente con el sol que alumbró otra vez la faz de la tierra, e indujo a ingresar a la Navidad con renovada fe en Cristo.
La eventualidad potencial de esa catástrofe desnudó sin embargo nuestra pequeñez ante la inmensidad del universo cósmico; de ese fatalismo trágico es posible que se haya desprendido (¡ojalá!), para los poderosos, una lección de humildad. Otra gente tal vez ha recordado el desesperado escepticismo con que vio la realidad Omar Khayyam hace tantos años (1080): “El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio. Toda la ciencia de los hombres: palabras. Los pueblos, los animales y las flores: palabras. El resultado de la meditación perpetua: nada”.
Y, caminando… A pesar de la temperatura benigna en esta época, la lluvia trae un relente frío que castiga en las noches y las madrugadas. En las esquinas de las calles, junto a sus madres, hay muchos niños en cuya estampa famélica se delata la pobreza y la desnutrición. Igual que hace siete años, han venido a pedir limosna en Navidad. Hasta ellos no ha llegado el opulento Estado Plurinacional que gobierna el país a nombre de ellos. En tanto no sean políticamente útiles, tampoco llegará.
En la agenda de las excentricidades, se tiró sin asco la friolera de un millón de dólares, más un paquete de ideas revolucionarias. El “no tiempo” del pasado se reemplazaría con el “no pobre” de la nueva era (el ser no es; el no ser es: Heráclito, el oscuro). Retrotrayendo el Imperio Socialista de los Incas de hace 500 años, se implantaría el socialismo primitivo en lugar del “capitalismo salvaje”. La ONU de los países ricos sería sustituida por la Organización Mundial de los Pobres. Los gobernantes que ya no son pobres y están ahora en la categoría de los nuevos ricos, tendrían que transferir el poder a los que todavía son pobres. ¡Menudo problema para los líderes del capitalismo socialista del Chapare!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
evitar insultos u ofensas. ideas para debatir con ideas. los anónimos no se acepten pues es como dialogar con fantasmas. los aportes enriquecen el pensamiento.