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viernes, 11 de enero de 2013

ciegos. sordos. e inconsientes. conducta colectiva que no quiere ver lo que pasa en el sistema carcelario. si bien El Día se refiere concretamente a Palmasola, el fenómeno colectivo se extiende a todo el país. todo sucede como en un films de baja calidad. los guardias (carabineros) cobran por cada servicio que prestan. iniquidad e inaceptable



Si en Venezuela hay un presidente que está inconsciente, en Bolivia bien podríamos tener autoridades ciegas y sordas. Al menos eso es lo que se puede interpretar del reproche que les hizo a los periodistas el director nacional de Régimen Penitenciario, Ramiro Llanos, quien se molestó porque los reporteros no hicieron nada al ver que los guardias de la cárcel de Palmasola extorsionan constantemente a los presos con altas sumas de dinero, exigen coimas a los visitantes y realizan toda una serie de cobros irregulares que convierten al presidio en un submundo de corrupción y chantaje.

La cárcel de Palmasola siempre ha sido objeto de observación de la prensa local y nacional y tal vez muy pronto se convierta en el centro de la trama de una película de Hollywood, porque lo que sucede en su interior es algo increíble y muy difícil de ignorar, sobre todo para alguien que tiene la obligación de estar al tanto de las cosas.

La prensa se ha cansado de mostrar el impresionante cuadro de retardación de justicia de Palmasola, uno de los más altos del mundo y hoy no hacemos más que constatar, que los funcionarios que tienen la misión de vigilar a los presos, sencillamente contribuyen a la injusticia, pues les exigen entre 500 y 700 bolivianos a cada recluso por trasladarlos hasta el Palacio de Justicia. El que no tiene ese dinero, directamente pierde su turno de presentarse ante el juez y su proceso se retrasa. Eso mismo fue denunciado hace poco por el norteamericano Jacob Ostreicher, quien narró todo el drama que ha vivido al interior del presidio, incluido todo el chantaje del que fue víctima por parte de los “servidores públicos”. Tal vez el señor Llanos no se enteró de esa parte pero ahora ya la conoce y está en condiciones de hacer las correcciones necesarias.

Los guardias de Palmasola cobran por todo y a todos, incluso a un pastor evangélico que busca cómo ayudar a los presos y al mismo Estado que no tiene respuestas de rehabilitación para la población carcelaria. Cientos de presos sufren de tuberculosis porque la alimentación es muy mala, pero los policías son tremendamente eficientes a la hora de exigir coimas a los visitantes por el ingreso de víveres. Los reclusos deben pagar por atención médica, por seguridad, por introducir un ventilador a su celda o por cualquier asunto que despierta la avidez de los inescrupulosos vigilantes.

Tal vez de tanto estar en contacto con esa realidad lacerante de Palmasola y de casi todas las cárceles del país, guardias, autoridades, presos, familiares e incluso los periodistas, se vuelven indolentes, ciegos y sordos y comienzan a encontrarlo todo como si fuera normal. Los ojos del ilustre sacerdote del Plan Tres Mil, Nicolás Castellanos, nos interpelan a todos a mirar con más detenimiento los actos de crueldad humana que ocurren todos los días muy cerca de nosotros.

No podemos actuar como si no pasara nada. Es inaudito hacernos los desubicados, porque tarde o temprano esa realidad se nos volverá en contra. Y eso ocurre en las más altas instancias del Estado que ahora no saben cómo explicar un escándalo con el que estuvieron en contacto directo por casi un año y luego vienen a afirmar que se enteraron de las cosas por mensajitos de celular. Así no podemos continuar y menos afirmar que somos un país medianamente serio.

La prensa se ha cansado de mostrar el impresionante cuadro de retardación de justicia de Palmasola, uno de los más altos del mundo y hoy no hacemos más que constatar, que los funcionarios que tienen la misión de vigilar a los presos, sencillamente contribuyen a la injusticia, pues les exigen entre 500 y 700 bolivianos a cada recluso por trasladarlos hasta el Palacio de Justicia.

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